En nuestro obrar diario pueden haber muchas intenciones. La primera intención puede ser ese simple servir; pero, la 2da. intención, servir con otros propósitos. El cuadro de Jesucristo con aquella mujer derramando su perfume y lágrimas (Juan 12:3 y Lucas 7:36-50), a Sus pies, secándolos de amor quebrantado, es un ejmplo sublime, comparado con lo hermoso de Dalila con la cabeza dormida de Sansón, entre sus piernas. ¿No lo hizo para traicionarlo, luego?
Humillarse intencionalmente es obrar "dando comida al enemigo, cuando éste tiene hambre". Es "poner ascuas de ira sobre sus cabezas", cuando Dios obre retribuyéndonos. ¿Qué cosas, ocultas y del corazón, no quedarán expuestas cuando asistamos al tribunal de Jesucristo? (¡Buen tiempo para reflexionar en ellas, recapiturar y capitulalas! si no lo hacemos, sufriremos la vergüenza pública, por hipócritas).
Humillarse con intención es tener la idea primaria e ingenua de servir a otros, pero abrazando la certeza de ser recompensado, hallando satisfacción de ser útil y depositar créditos de justicia en nuestra cuenta personal. Esta segunda intención, de servir, puede ser el sondear el alma de quienes servimos o, también, el dar un ejemplo deliberado de servicio ejemplarizante: Como Jesús lavando los pies de Sus discípulos (particularmente, para desarraigar la idea de quién sería el “primero”, luego de la salida terrena del que SIEMPRE debe ser el primero; ya que, los apóstoles imitaban las estructuras seculares de autoridad y jerarquía. “¡El más grande DEBE ser el siervo de TODOS!”).
Siendo falsos siervos (siempre interesados, egoístamente) (como políticos) engañaríamos solamente a la gente: Nunca a Dios. (Aunque Dios se sirve hasta de Satán mismo y de todo “Judas”). Humillarnos sinceramente y con propósitos definidos y deliberados, sirve a Dios, al prójimo y a nosotros mismos: Habrá satisfacción personal por sabernos útiles y, quizá, alguna recompensa económica que estimule a lo personal, en otros campos, como en las necesidades del Ego o en esas puertas que el Alma necesitan sean abiertas. ¿Es conveniente a su vida un beneficio adicional?
En las relaciones personales hace falta un poco de humildad (deliberada), puesto que el ego tiende a sobreponerse a la humildad y al deseo de servir sin otras metas ingenuas: “El que se humille será exaltado” (Marcos 9:35, Juan 12:26 y Mateo 10:32). Humillarnos nos sirve para conocernos, para saber cómo realmente somos ¿No es esto una segunda intención?.
En la relación de parejas, más que en la amistad, la decadencia se asoma a una ventana de luces oscuras. Puede que uno no se trate como antes, que las emociones se “enfríen” y se asome la oportunidad de que uno de ambos deba humillarse para servir (el más inteligente debería hacerlo cuanto antes). Al hacerlo, se presentará la oportunidad de sondear el alma del otro (y la nuestra). Esa segunda intención puede presentar un beneficio adicional que -en lugar de destruir- ¡puede sobreedificar y reconstruir la relación!:
Uno de los dos admite el deterioro emocional y hasta sexual (Dios nos puso el sexo con propósitos). Alguien se reconoce culpable, pero, entre parejas, la “culpa” es compartida: ¡Nadie es absolutamente inocente!. Uno decide buscar las pantuflas al otro –en este caso la mujer- y no deja salir al cónyuge de la cama. Se muestra descomunalmente atenta, amorosa (amar es servir) y sugerente: Resulta obvio que no sólo desea ponerle las pantuflas al compañero.
Al volver a la cama con las pantuflas se la “ocurre” cubrir aquellos pies con unos calcetines y algo de talco: Lo que imagine para entretenerlo más tiempo –en la cama- fuera de lo usual. Al buscar todas esas herramientas que se le “ocurren”, las busca de manera tan sugerente, sensual, que uno se imagina que algo raro pasa, y una respuesta “orgánica” (erógena) debía saltar a los ojos de quien se muestra tan servicial y atenta. Imaginemos que esta dama adopta posturas “reveladoras”, que muestren –evidentemente- que ella desea dar algo más que estas pequeñas acciones…
Cualquier humano sabe que esto no es normal (pero posible). Ambos, mujeres y hombres, debemos responder a estos estímulos: Dios nos hizo con estímulos para todo. La otra parte, un ser amable e inteligente, dirá de lo suyo -¡sea lo que sea!- responderá: De su respuesta se sabrán tantas cosas… ¡Son los frutos de los labios los que revelan las plantas del corazón!
En lo personal, he recibido bastantes compensaciones por humillarme con propósitos. He sabido –siendo útil- qué hay en el corazón de la gente y en mi corazón. Compartir esas experiencias en este sitio no es mi motivo –sino SERVIRLES- aunque algún día escribiré, en otro lugar: Si Dios me provee de medios para una pen drive y una PC.
Amar es servir. El cuerpo y el alma claman por “ser servidos” (servirse de toda la humanidad posible). Jesús, el Cristo, sentó el precedente que hacía falta a mi vida: Yo era uno de esos parásitos que usan y abusan de la gente (aunque sinceramente lo admita, puede que tenga “lastre” por tirar fuera de borda ¡Soy humano!). Uno piensa que el amor es solamente sentimientos gratos, hedonismo; pero es darse -¡ABANDONARSE!- en beneficio de quienes amamos. Esta cordialidad filial y atención debe ser continua y progresiva: ¡Sostenida y mantenida! Es un constante participar y darse ...
(Sigue)
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