Tuesday, June 12, 2012

¿Qué Será?




Yaces tristemente, tendido, en uno de los rincones para marginados.
Casi te resignas, casi crees a otra mentira (sofocado en otras viejas)
y, cuando no importaste a quien pretendiste o amaste, cuando fuiste rechazado
o dejado de lado, parece que se enciende esa luz que apagaron (o te apagaste)
y, cuando todo parece ir normal -con buen viento de cola- el pasado inmediato
(el más lejano) parece visitarte... ¿Será para probarte? ¿Será para servirte?

¡Sabes de qué hablo!

Tu luz se extinguía o, por heridas, sangrabas desinterés y, de una noche para otra,
algo parece cambiar...

¿Por qué vuelven los fantasmas?
¿Por qué -sólo tú- reconoces sus vados?
¿Es que algunos, enojados, te negarán a ti o a mí?

Estabas allí, moribunda, como lamiendo tus heridas.
En las sombras, las penumbras, oigo sonidos de voces.
Son fantasmas -¿o enemigos?- que no quieren te toquen...

¡Jesús lloró! (Juan 11:35).


Quizá pocos, ya no muchos, vieron estremecer Su alma y, en Su calma, no distante, supo lo que en tinieblas ellos decían:

“¿No podría éste, que abrió los ojos al ciego, haber  hecho que Lázaro no muriera? (Juan 11:37)

María, aquella hermana -desconsolada y abatida- corrió a Su encuentro:

El Maestro está aquí y te llama” (Juan 11:28).

¡Llámame a mí!

¡Sácame de este sepulcro!

Mi nombre no importa, sácame de aquí...

¿Cuál será el peso verdadero de esta mortaja?
¡Fétido olor! El de la traición y el desamor...

“¡Señor! Si hubieras estado aquí -pontrándose, en lágrimas- Lázaro no habría muerto!” (Juan 11:32).

 “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” (Juan 11:40)

Estaba allí aquel hombre, tendido, a oscuras... ¡Muerto!

La luz entró en su sepulcro, para iluminarlo; pero la voz del Hijo de Dios penetró (a su cuerpo) para darle vida y sacarlo a la verdad que sobrepasa a las otras.

¡Lázaro! ¡Sal de allí! (Juan 11:43)

Y la luz de su voz entró, y el que estaba muerto salió, atado de pies y manos...

“Desántenle y déjenle ir” (Juan 11:44)


Y hoy te quito esas vendas, te desligo de ataduras...

¿Harás algo con las mías?

¿Pondrás bálsamo en mi alma, cuidarás de mis heridas?  No me obligo con las tuyas...

Déjenle libre, dijo Él (ya Jesús deliberó).

Y el milagro soy yo (como ha dicho esa mujer).

El milagro serás tú, cuando te quites el velo, cuando retomes el vuelo, y vivas para quien querías.

¿No puedes tú, sanar a las heridas, buscar otra salida, teniendo a quien querer?

Dejádle ir” -ha dicho Aquel- y si has de querer: Sola volverás ...

Dejaré sola decidas, si convengo, me quieres o no...” ( Cita a mi escrito “**” )


Tal vez, lo que concebimos como vida, sea este constante “hacer” para “deshacer”. Quizá sea una recurrente prueba de ensayo y error (la que queremos evadir), pero no debemos reprobar.

Tal vez debamos -¡lo haré yo!- tomar todo el peso del riesgo, el dolor de otros fracasos, y usarlos como  espada (y nunca como escudo) para avanzar en la vida (ésta, que tanto desengaño acusa o, por otros, disminuye o se demuestra).

Puede ser -no lo sé- la pila de experiencias no sirva a nada, excepto como prejuicios y ellos nos impiden -siempre y condicionalmente- seguir hacia adelante ¿Qué tenemos para perder? ¿Cuánto podríamos ganar?

¡Da lo mejor de tí! (otras o otros -también- lo dieron) (y muchas veces, ni entendimos).

Sigue adelante (el milagro eres tú) y no te amontones en el camino, no seas tropiezo a otros (ni permitas que obstruyan lo que está en tu marcha o puede ser tuyo).

¿Qué será? ¡No lo sé! Pero el pasado no existe y, si los espectros -tus fantasmas- te visitan ¡Échalos fuera! (exorcísalos).

Si no pudiste antes, con ellas (con ellos) ¿Cómo será mejor ahora? ¡Repúdialos! Aléjales de tí.

El pasado ya no existe; y el presente, es lo que cuenta.

¡Sí! ¿Qué será?

El dolor duele y es parte de ésto (pero no puedo vivir a medias o anestesiado)...

Cargaré mi cruz! (y podré con la tuya).

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