Sunday, January 15, 2012

Conociéndote, Conociéndome.


No creo haya algo o cosa más interesante que aprender. Uno puede ver esas manitos infantiles tiernas tocando, explorando y palpando una piel nueva, unos vellos extraños y todo eso es un largo proceso de sucesivos descubrimientos, de aprehender y re-descubrimientos que pueden durar toda una vida, para todas las vidas. No creo haya nada más aburrido que quitarle ese proceso natural a alguien, sea niño o adulto-anciano. Todo tiene una razón, un haber de saberes que merece atención, cuando menos. Nada es ni existe sin un motivo: Tengo frío porque el clima me afecta o porque me gusta. Estoy aquí porque no quiero ir allá o no sé cómo llegar más lejos.

En relación a las parejas, somos porque hemos interactuado –humana/mente- con miles de personas durante 50 años. Para un bebé, las necesidades e inalienables condiciones de supervivencia le exponen a un contacto no profiláctico, errático y hasta aleatorio, pero los años nos refinan la búsqueda, la higiene que garantiza la salud de nuestra vida mental y corporal. ¿Cómo voy a trabar amistad con gente de mal carácter si yo mismo padezco las consecuencias de ser violento o inestable? ¿Cómo me voy a enamorar de la chica más bonita de mi colegio, si la veo besar a todo el mundo –en distintos salones- y la que quiero para mí no la deseo compartir con nadie?

Uno podría decir que la selección de parejas es algo natural, espontáneamente innato. ¡No lo es! Puede que tengamos algún gusto heredado en el ADN. Puede que seamos negritos y nos fascinen las catiritas “para mejorar la especie”; pero hay algo que interviene más allá de lo humano, que ajusta y hasta moldea.

A medio siglo puedo decir, con propiedad, qué me gusta y qué no me gusta. No obstante, ello no quiere decir que sea totalmente maduro a cosas que se escaparon del aprendizaje de mi adolescencia y, en ese sentido, soy un adolescente espiritual ¡Me alegro! Pues, tengo algo para seguir aprendiendo, no lo he alcanzado todo y no me desmotivo porque en esta forma de la vida no llegaré a conocerlo todo. ¿Qué hay de malo en ello? (y no significa abandonarme en la indolente negligencia para no avanzar y crecer).


Antecedentes

Una de las lecciones que me ha dejado esta búsqueda de sueños de vida es que, al parecer, la búsqueda no cesa (a menos que Dios intervenga). He oído del sueño de otras y de otros y, según me cuentan, ya no buscarán más, la vida se les terminó, que es un sinsentido o que no vale la pena ¡La verdad yo no la sé! Es cuestión de decisión.
Cierta persona, por su experiencia clínica aunada a la de vida, me ha dicho que es muy importante determinar si la persona que te gusta ha tenido padres y cómo ha sido de “buena” o “mala” su relación con cada uno de ellos. En cierto modo tuve dudas: ¿Qué tiene que ver la relación materno/paterna con la candidata al reino de mi amor? Pues, que si una de esas relaciones (o ambas) han sido traumáticas, las probabilidades de que sus relaciones interpersonales lo sigan siendo “se repiten”. ¡Cómo? ¿Quiere decir que si tuve un papá o una mamá MALA, mi vida quedará marcada?
Desafortunadamente, de las heridas quedan cicatrices…
No todo está perdido.
Pasa el dolor, quedan las marcas, pero –también- la cirugía plástica (la del hombre y la Divina).
De momento ¡me desanimé!

¿Cómo puede ser?
(Eso explica mucho nuestras fallas y las de nuestros congéneres).

Elecciones y Decisiones.

Los humanos, como cualquier otro animal, necesitamos y dependemos de relaciones. Si viviese enteramente solo, podría producir algunos alimentos –a nivel de subsistencia- pero siempre me faltaría alguno, sin contar que no sé hacerme ropa, calzados, etc. Y alguien tuvo que insistir para que aprendiera a hacerme el nudo del lazo de mis primeros zapatos o, igualmente, miles de veces me ayudaron a subirme el cierre, la cremallera de mi pantalón, y más de una vez me mordí el prepucio con ella, pues, para ciertas cosas necesitaba humana supervisión: ¡Y cómo duele eso!
Obviamente, ya crecidos, deseamos seguir siendo autárquicos, autosuficientes y, aunque ello “no dure para toda la vida”, eso no nos hace exentos de la conveniencia de depender de otros y de otras: Dios nos diseñó para servir (a Él y a otros).
En ese particular, lo más bello y humano que hayamos hecho fue inventar aprender de la escritura. Hay centenas de formas en que podemos servir a otros, de manera inmediata, pero –al escribir- logramos volcar nuestra experiencia, nuestro conocimiento, a una cantidad indeterminada de personas. Si lo relacionamos con la dura tarea de soportar los reclamos y los regaños de nuestros padres… ¡Oye! ¡No me pegues! (no era tan bruto) cosas como estas vendrán a la memoria, pero HA VALIDO LA PENA.

Nuestra vida mantiene un constante duelo entre decisiones y elecciones. Si lo relacionamos con el Génesis de los tiempos, donde Dios y el hombre caminaban juntos en un vínculo amistoso, y todo parecía moverse solo en la armonía de una inmadurez sin responsabilidad propia, sino como la de un niño ¡Sí! Quítenme esa facultad y seré –del todo- un niño.
A medio siglo uno debería ser responsable por el cuido de sus hijos, el trabajo, su salud, lo que sus chicos deben ver en la televisión o lo que uno no debe ver en internet. Sin embargo, cada ser corre hacia dónde quiere correr, algunos a la satisfacción temporal de sus hormonas, otros al impulso breve de un momento y otras a entronizar la belleza y el ego que les durará poco. ¡Sabe Dios!

Lo mejor que puede hacer mujer y hombre es cultivar su sabiduría. Particularmente a la que tiene que ver con los valores eternos, esos que no cambian con las épocas, ni el lugar ni el tiempo biológico.

La aplicación de algunos Proverbios es sólo una porción de lo que iremos aprendiendo a lo largo de este camino existencial. Si esos escritos son obra de uno, o de varios hombres y mujeres ¿Cuánto importa? Lo trascendente es que hoy existen para servirnos, sea con inspiración humana o divina.

A nivel de datos, de información, se requiere una fuente y un receptor + el medio por el cual la información ha de ser conducida (recibida y entregada).  Todo conocimiento es datos. La verdad o verdades siempre han existido, sólo hacía falta el receptor y el medio para que ese saber viniese de la fuente… Los libros no existieron siempre, pero muchas fuentes sobrevivieron para llegar a este día: Uno decide y elige lo que quiere hacer, aprender o aborrecer.

Doy gracias a Dios por mi papá.

No sé cuánto o cómo fue su trauma para aprender a leer. No recuerdo nada de cómo fueron sus días escolares, cuánto le co$tó ir a la escuela; pero me predicó con el ejemplo…
Cierto día mi abuelastro leía su periódico, siempre lo compraba… Oportunamente le hice un comentario –en mi primera adolescencia-  relativo a lo que la prensa le decía.  Más de una sola vez insistí en preguntarle y, ante su ciego silencio (que no me dirigía la mirada) mi abuela paterna tuvo que decirme que él no leía, sino que veía la prensa...

Eso me produjo cierto malestar, como cierto dolor. Yo leía, pero ¿Quién me alimentaba no?
Hoy día mucha gente se jacta de leer, pero no sabe hacerlo. Puede que –también- uno lea, pero no sabe leer (lee cualquier cosa y no propiamente una verdad buena).
Mi papá me dejó una pequeña biblioteca. No todos lo libros serían de mi gusto y, con el tiempo, aprendí a escoger mejores libros y, un par de veces, vendí o regalé los que sabía debía conservar, porque he tenido que mudarme y hasta pensé no volver a este país (aspiramos a algo mejor: Elegimos y desechamos).

Conozco gente muy traumada (más que yo). Tienen un profundo odio contra los evangélicos, contra muchas formas de expresión de la religión y, sin embargo, tienen afiches alegóricos de los Salmos (y los estoy viendo ahora, mientras escribo estas notas). En Colombia, por ejemplo, muchas casas tienen biblias abiertas -en el Salmo 91- como si éstas sirvieran de fetiches mágicos para ahuyentar las malas influencias en hogares cuyo sincretismo católico no entiende la idolatría y comulga con algunos pecados. ¿Es eso la sabiduría de Dios? ¿Debo hacer lo malo para que lo bueno venga a mi vida?

Pasan décadas y no entiendo lo que leo. Ciertas cosas están escritas, pero la verdad contenida en letras no se hace carne de la verdad hasta que Dios o la vida misma de cada circunstancia no intervienen para revelarla con el medio propio, ni el tiempo propicio. Leemos pero no entendemos. ¡Elige bien! ¡Escoge mejor!

La mujer de mi vida, así como tu hombre, no lo sacarás de un bote de basura ni te llegará purificado de una caja de detergentes. No creo te llegará a los 15, tampoco a los 30; pero sé de gente que ama –de un modo distinto-cuando se pasan los 40, 50 o 60 ¿Qué sabe uno lo que Dios nos hará cambiar y los traumas que ha de sanar?

Ciertamente que, nuestro interactuar con humanos, animales y nuestro entorno geográfico (económico-social) nos marca. Cada cosa y cada persona que haya visto nuestra vida aporta o roba algo de esos haberes y saberes; pero la restauración y la perfección es de Dios. Puede que no logremos los refinamientos humanos que sabemos posibles, sean conductuales, quirúrgicos, psicológicos, terapéuticos, etc.; pero Dios llevará nuestra vida a la perfección que lo terreno no alcanza ni nuestra mente sondea con pensamientos ni deseos.

Buena parte del camino de la sabiduría es reconocer que no la tenemos (Él es la sabiduría y la fuente).
El segundo paso para adquirir una dosis diaria del saber de la vida es interactuar con otras vidas. Uno no debe subestimar nada. Uno no debe pensar que un simple animalito jamás podrá enseñarnos las cosas que no aprendimos de humanos (y estoy pensando en Brando). No debemos creer que cada persona tiene un valor utilitario, económico o social, pues –todo- ha sido por Dios “para el bien de aquellos que sinceramente lo aman”.

Las personas (la existencia toda) son el canal, la fuente, por la cual la divinidad y Su verdad se manifiestan a nosotros, a fin de que entendamos la forma cómo debemos vivir en sabiduría: Podemos tener todo el conocimiento enciclopédico de un diccionario; pero ello no significa que tengamos la sabiduría para administrar nuestros recursos, nuestro tiempo ni muchas herramientas. Si lo queremos entender, lo que nos pasa siempre tiene una fuente y somos un receptor y necesitamos de una circunstancia como medio. Faltando cualquiera de esas 3 partes, la divinidad no tiene formas de revelársenos ni de hallar modos de que entendamos cómo llegar a ella. ¿Cómo entiendo el amor de Dios?

Si Jesús no hubiera venido a la tierra, en una forma corpórea, con una vida semejante a la mía, yo no sabría mucho de los que sólo se oía en la Escritura que veneraban los judíos. Si Cristo no hubiera nacido, crecido, muerto y RESUCITADO, nada (o muy poco) se sabría de las otras apariciones que haya tenido Dios en la historia (teofanías) ni de su plan redentor para la humanidad: Estamos separados de Su gloria, no vivimos en Su presencia, y eso es lo que Él desea restaurar (pero sacando –de un todo- a quienes no quieren a Dios ni le merecen por la recurrencia de la multitud de sus impíos actos. ¡Odian a Dios!

Última Decisión

Nadie intenta llevar una relación -de por vida- con una persona dañina, fea o pecaminosamente corrupta (Dios tampoco). Uno, como hombre, no está de acuerdo en besar los labios (ni la lengua) de una mujer que acabe de besar a otro. Puede que uno lo haya hecho sin saberlo o estando borracho de pasiones desenfrenadas, pero –del todo conscientes- no creo que un hombre profiláctico (ni una buena mujer) bese a nadie que acabe de ver con su lengua unida y pegada a alguien quien le sea sexualmente igual y opuesto. Si alguien llega a entender las ventajas del amor –sin lujuria- no comparte sus miembros con nadie que no atesore la riqueza de su cuerpo puro.
En ese sentido, lo que Dios quiere, es que todos vivamos en esa santidad que sólo se da en la exclusividad del matrimonio. Ud y yo conocemos a esa persona mediante el intercambio de información. Puede que Ud comience a darla, o la otra comience a pedirla y, en la medida de la necesidad o del genuino interés, uno y otra comenzarán a hablar y decir (hasta cosas que no tienen relevancia) pero –para el verdadero amor- todo tiene relevante importancia. “De la abundancia del corazón habla la boca”.

Hay cosas que deben dejarse enterradas y, las insepultas –tal vez- necesiten un sacro entierro. No es bueno entremezclar el pasado con el presente ni, tampoco, meter a los ausentes en ese presente. No sé qué hace que la mujer siempre quiera saber más de lo necesario ni qué la mueva a una constante necesidad de autoafirmación, sea el saber que es amada, que es reconocida o considerada ¡No lo sé! Pero sí sé que ella conoce y reconoce el valor y la importancia que damos –nosotros- a la belleza, a lo que vemos (y podemos ser fácilmente engañados con lo que creemos estar viendo).

Ella se esmera por ser vista “bella”. Hay muchas -traumatizadas por la verdad relativa de los dichos- que se mueren por morir “bellas”; pero es que a nosotros (los machos) ¿no nos deforman con los comentarios de feos o insignificantes? (¡Uy! Cuánta soberbia y vanidad tenemos -hombres y mujeres- por recibir el aplauso o reconocimiento de terceros).

Al salir del cobijo de la casa nos exponemos a esas descalificaciones que vienen de los extraños. Las descalificaciones comienzan desde la casa, antes de irnos a la escuela y, nuestros maltratadores, a su vez, fueron flagelados con esas palabras que descalificaron su autoestima: Es un efecto “avalancha” generacional (soy producto y partícipe de esa porquería de pecado).  

¡Perdónanos Dios!

La escuela, por así decirlo, diversifica ese proceso de transculturización. En lugar de alabanzas y estímulos, se nos condiciona con números, notas, por calificaciones. Así que, en lugar de feo, soy “bonito” si llevo altas calificaciones, si mi boletín de notas va en azul y cargado de 20s. Soy “feo y malo” cuando –en mi proceso de aprendizaje- todo el mundo me dice bruto y mi maestra, mis compañeros me lo certifica con maltratos físicos y verbales, así que –al llegar a casa- mi mamá patea mi trasero por las muchas notas negativas de la maestra y los escritos en rojo que terminan expulsándome de la escuela  de la comunión de MIS semejantes…

En la universidad soy “bueno” si ya me he adaptado al vicio de ganar puntos con méritos y las “buenas” notas son el ayo de los profesores... Si no sé leer, si no quise estudiar (y si fui a la universidad obligado, o por el deseo de acostarme con mujeres “bonitas”), ya poseo el arte de copiarme sin que los profesores me vean o, en su defecto, aprendí a sobornarlos con dinero, sexo o alguna clase de droga o hechizo y, en el caso de los “buenos”, ellos sí entendieron que estudiar y aprender –ciertamente- es el precio justo que debía pagar para culminar la universidad con éxito (personal y verdaderamente académico).

Me gradué de burro, porque nadie me dijo cómo recortarme las orejas… ¡Ja! ¡Ja!

¿Qué hace Dios con los desechados?

Por ventura, muchísimos nos sobreponemos a esa clase de maltratos (Dios tiene mucha habilidad e instrumentos para Su proceso de rescate y redención). Tarde más que temprano, miles y millones nos reponemos de las descalificaciones y las auto-descalificaciones y entramos por la puerta angosta (la ancha es para otra clase de “buenos”).

La obra de perfección divina es consecuente, perenne y -muchas veces- obra como el agua que labra grandes cavernas y modela el carácter de estalagmitas o rocas: Jesús mismo aprendió la obediencia al venir a la tierra (Su hijo no fue tratado mejor, por ser de la condición de Hijo Único).

Cuando llega el momento, Dios toma a los que Él ha decidido y hace Su obra perfecta...
Satanás es un “modelo” de etiquetador y maltratador: Dividió una 3ra parte del cielo contra la autoridad de Dios y, al hacerlo -más bien- ha puesto en evidencia a LOS ENEMIGOS DE LA SABIDURÍA de la perfección del Creador y esa ignorancia (del que se creyó perfecto) ha comprobado su iniquidad, hablando y obrando en contra de Dios Padre.

Cuando uno se arrepiente (de tantas cosas) uno entra en el proceso de la revelación de Dios. Él empieza a dejarnos ver la cantidad de veces que intervino en nuestras vidas para acercarnos a Su amor, a su comunión y a la comunidad de Sus elegidos. Por un lado, Satanás (el acusador) empieza la estrategia de recordarte del hogar y lugar de dónde has venido. Comienza a ACUSARTE de tus muchos errores, tus pecados, tus flaquezas y tus muchas debilidades ¿Quién no las tiene? (Satanás mismo quiere ser Dios y desea quedarse con todo lo que es de Dios) ¡Es un GRAN envidioso!

Si fuiste un  pecador ladrón, homosexual, una prostituta, una drogadicta… El diablo te querrá sellar con esa etiqueta de que “ERES”... ¿Y lo eres? ¿O simplemente te equivocaste, como yo y como millones? ¿Tiene la razón Satanás o tú?

Si tenías una “religión”, si eras de un grupo o de alguna tendencia, entre tantas creencias, el diablo te enviará a gente que te dirá: “No puedes salir” “No te atrevas a dejarnos” y te pregunto: ¿Cuánto no te han dejado ellas y ellos? ¿De qué te sirve seguir al viento?

En el proceso de tu vida, al final o término de ella –en cualquiera de sus capítulos- llegará un día en que ya no tendrás más elección sino una lección. Cuando llegues a ella, como sea, sólo tendrás dos opciones: 1) Aceptar tu error y cambiar (Haciéndole caso a Dios) o, en el peor de los casos, 2) Quedarte en lo que andes haciendo, y morir –eternamente- si Él.

Mi testimonio es insignificante.
Decirte que era enemigo de Dios, decirte que era un roquero satanista, no es nada –si lo comparo al cambio que han dado otros.
No te voy a mentir, ni a decir que ahora tengo alas o dinero, ni que ya dejé de ver a las mujeres con deseo ¡porque ellas me gustan! Y, lo mejor que me puede pasar (según YO) es que me vuelva a casar: ¡Y será un milagro! (no tengo bienes de fortuna, tengo 50 años… y no tiene caso te diga MIS desventajas: ¡Todos las tenemos!).

¿A dónde vamos?

Suena tonto oír ese asunto del cielo. Es pueril verme con un par de alitas retozando en alguna nube blanca en un fondo azul ¡Yo no quiero eso!
Si me van a dar las alas para volar más lejos ¡Las acepto!
Si me van a dar vida para seguir estudiando, aprendiendo y viviendo ¡Lo acepto!
Pero si me van meter en un corral, para vivir como una gallina… ¡No! ¡No! Llévenme lejos.
La razón me dice que el espacio, y los otros planetas, los hizo Dios para un propósito eterno: Ese es el Cielo (no sólo la tierra).

Si podré volar -como vuela mi pensamiento- ese es el Dios a quien en mi mente quiero servir y conocer (aunque muchas cosas yo no sé ni entiendo).

Mi pregunta y, quizá sea tu respuesta, ¿En qué clase de mundo deseas vivir y morir?
He estado demasiado tiempo rodeado de la ingratitud y, aunque he sido ingrato –miles de veces- no soy ingratamente mal agradecido o infiel. Soy mal conductor de autos, atropello a la gente cuando conduzco mis pies ansiosos en medio de mis caprichosas ansiedades mundanas y, muchas veces, en mi mente les maldigo o con mis labios los insulto ¿Quieres tú vivir así?

La iglesia, como tal (cualquiera que sea) está llena de NUESTRAS IMPERFECCIONES. Yo no creo que –literalmente- sea el cuerpo de Cristo. De hecho, institucionalmente, está lejísimo de parecérsele pero, en cuanto a lo funcional, lo orgánico, la Iglesia (tú y yo) podemos mostrar el AMOR y la calidad del nuevo hombre y la nueva mujer: Renacidos.

No me importa la opinión de la TRADICIÓN, no me interesa la opinión de Pablo ni de sus escritos paulinos; sino de lo que dijo Jesucristo, de lo que hicieron Sus discípulos directos (y es obvio que tengo mis propias convicciones e ideas –como las tuyas- y así soy acepto en Su amor, en Su pacto y Su plan de redención).

No sé si tú quieras reunirte con cristianos, con “cristinos” o qué grupo buscarás como iglesia... Yo llegué a la convicción de “Bástale al discípulo llegar a ser como su Maestro” (y mi Maestro es Jesucristo de Nazareth) (Mateo 23:10). No te convertirás a Él con o por mis palabras, sino con las que te llevará el Padre, el Hijo o Su Espíritu Santo. Para ello usará mucha gente, usará ciertas circunstancias, muchas condiciones y aplicaciones… ¡Hasta las piedras te hablarán! (Hasta en sueños) No puedes escapar de Su amor (espero que tu problema no sea de auto-estima).

¿Qué hacer?

Revisa tu vida. Medita en esas lecciones que no quisiste aprender. Arrepiéntete de tus errores, tus pecados (confiésalos a Él) y dale espacio en tu vida.
¡Llámalo! ¡Invócalo!
Es tu decisión de vida o muerte (y de muerte para nueva y verdadera vida). 

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