No
creo haya algo o cosa más interesante que aprender. Uno puede ver esas manitos infantiles
tiernas tocando, explorando y palpando una piel nueva, unos vellos extraños y
todo eso es un largo proceso de sucesivos descubrimientos, de aprehender y
re-descubrimientos que pueden durar toda una vida, para todas las vidas. No
creo haya nada más aburrido que quitarle ese proceso natural a alguien, sea
niño o adulto-anciano. Todo tiene una razón, un haber de saberes que merece
atención, cuando menos. Nada es ni existe sin un motivo: Tengo frío porque el
clima me afecta o porque me gusta. Estoy aquí porque no quiero ir allá o no sé
cómo llegar más lejos.
En relación a las
parejas, somos porque hemos interactuado –humana/mente- con miles de personas
durante 50 años. Para un bebé, las necesidades e inalienables condiciones de
supervivencia le exponen a un contacto no profiláctico, errático y hasta
aleatorio, pero los años nos refinan la búsqueda, la higiene que garantiza la
salud de nuestra vida mental y corporal. ¿Cómo voy a trabar amistad con gente
de mal carácter si yo mismo padezco las consecuencias de ser violento o
inestable? ¿Cómo me voy a enamorar de la chica más bonita de mi colegio, si la
veo besar a todo el mundo –en distintos salones- y la que quiero para mí no la
deseo compartir con nadie?
Uno podría decir que
la selección de parejas es algo natural, espontáneamente innato. ¡No lo es! Puede
que tengamos algún gusto heredado en el ADN. Puede que seamos negritos y nos fascinen
las catiritas “para mejorar la especie”;
pero hay algo que interviene más allá de lo humano, que ajusta y hasta moldea.
A medio siglo puedo
decir, con propiedad, qué me gusta y qué no me gusta. No obstante, ello no
quiere decir que sea totalmente maduro a cosas que se escaparon del aprendizaje
de mi adolescencia y, en ese sentido, soy un adolescente espiritual ¡Me alegro!
Pues, tengo algo para seguir aprendiendo, no lo he alcanzado todo y no me desmotivo
porque en esta forma de la vida no llegaré a conocerlo todo. ¿Qué hay de malo
en ello? (y no significa abandonarme en la indolente negligencia para no
avanzar y crecer).
Antecedentes
Una de las lecciones
que me ha dejado esta búsqueda de sueños de vida es que, al parecer, la
búsqueda no cesa (a menos que Dios intervenga). He oído del sueño de otras y de
otros y, según me cuentan, ya no buscarán más, la vida se les terminó, que es
un sinsentido o que no vale la pena ¡La verdad yo no la sé! Es cuestión de
decisión.
Cierta persona, por
su experiencia clínica aunada a la de vida, me ha dicho que es muy importante
determinar si la persona que te gusta ha tenido padres y cómo ha sido de
“buena” o “mala” su relación con cada uno de ellos. En cierto modo tuve dudas:
¿Qué tiene que ver la relación materno/paterna con la candidata al reino de mi
amor? Pues, que si una de esas relaciones (o
ambas) han sido traumáticas, las probabilidades de que sus relaciones
interpersonales lo sigan siendo “se repiten”. ¡Cómo? ¿Quiere decir que si tuve
un papá o una mamá MALA, mi vida
quedará marcada?
Desafortunadamente,
de las heridas quedan cicatrices…
No todo está perdido.
Pasa el dolor, quedan
las marcas, pero –también- la cirugía plástica (la del hombre y la Divina).
De momento ¡me
desanimé!
¿Cómo puede ser?
(Eso explica mucho
nuestras fallas y las de nuestros congéneres).
Elecciones y Decisiones.
Los humanos, como
cualquier otro animal, necesitamos y dependemos de relaciones. Si viviese
enteramente solo, podría producir algunos alimentos –a nivel de subsistencia-
pero siempre me faltaría alguno, sin contar que no sé hacerme ropa, calzados,
etc. Y alguien tuvo que insistir para que aprendiera a hacerme el nudo del lazo
de mis primeros zapatos o, igualmente, miles de veces me ayudaron a subirme el
cierre, la cremallera de mi pantalón, y más de una vez me mordí el prepucio con
ella, pues, para ciertas cosas necesitaba
humana supervisión: ¡Y cómo duele eso!
Obviamente, ya
crecidos, deseamos seguir siendo autárquicos, autosuficientes y, aunque ello “no
dure para toda la vida”, eso no nos hace exentos de la
conveniencia de depender de otros y de otras: Dios nos diseñó para servir (a Él
y a otros).
En ese particular, lo
más bello y humano que hayamos hecho fue inventar aprender de la escritura. Hay
centenas de formas en que podemos servir a otros, de manera inmediata,
pero –al escribir- logramos volcar nuestra experiencia, nuestro conocimiento, a
una cantidad indeterminada de personas. Si lo relacionamos con la dura tarea de
soportar los reclamos y los regaños de nuestros padres… ¡Oye!
¡No
me pegues! (no era tan bruto) cosas como estas vendrán a la
memoria, pero HA VALIDO LA PENA.
Nuestra vida mantiene
un constante duelo entre decisiones y elecciones. Si lo relacionamos con el
Génesis de los tiempos, donde Dios y el hombre caminaban juntos en un vínculo
amistoso, y todo parecía moverse solo en la armonía de una inmadurez sin
responsabilidad propia, sino como la de un niño ¡Sí! Quítenme esa facultad y
seré –del todo- un niño.
A medio siglo uno
debería ser responsable por el cuido de sus hijos, el trabajo, su salud, lo que
sus chicos deben ver en la televisión o lo que uno no debe ver en internet. Sin
embargo, cada ser corre hacia dónde quiere correr, algunos a la satisfacción
temporal de sus hormonas, otros al impulso breve de un momento y otras a
entronizar la belleza y el ego que les durará poco. ¡Sabe Dios!
Lo mejor que puede
hacer mujer y hombre es cultivar su sabiduría. Particularmente a la que tiene
que ver con los valores eternos, esos que no cambian con las épocas, ni el
lugar ni el tiempo biológico.
La aplicación de
algunos Proverbios es sólo una porción de lo que iremos aprendiendo a lo largo
de este camino existencial. Si esos escritos son obra de uno, o de varios
hombres y mujeres ¿Cuánto importa? Lo trascendente es que hoy existen para
servirnos, sea con inspiración humana o divina.
A nivel de datos, de
información, se requiere una fuente y un receptor + el medio por el cual la
información ha de ser conducida (recibida y entregada). Todo conocimiento es datos. La verdad o
verdades siempre han existido, sólo hacía falta el receptor y el medio para que
ese saber viniese de la fuente… Los libros no existieron siempre, pero muchas
fuentes sobrevivieron para llegar a este día: Uno decide y elige lo que
quiere hacer, aprender o aborrecer.
Doy gracias a Dios
por mi papá.
No sé cuánto o cómo
fue su trauma para aprender a leer. No recuerdo nada de cómo fueron sus días
escolares, cuánto le co$tó ir a la escuela; pero me predicó con el ejemplo…
Cierto día mi
abuelastro leía su periódico, siempre lo compraba… Oportunamente le hice un
comentario –en mi primera adolescencia-
relativo a lo que la prensa le decía. Más de una sola vez insistí en preguntarle y,
ante su ciego silencio (que no me dirigía la mirada) mi abuela paterna tuvo que
decirme que él no leía, sino que veía la prensa...
Eso me produjo cierto
malestar, como cierto dolor. Yo leía, pero ¿Quién me alimentaba no?
Hoy día mucha gente
se jacta de leer, pero no sabe hacerlo. Puede que –también- uno lea, pero no
sabe leer (lee cualquier cosa y no propiamente una verdad buena).
Mi papá me dejó una
pequeña biblioteca. No todos lo libros serían de mi gusto y, con el tiempo,
aprendí a escoger mejores libros y, un par de veces, vendí o regalé los que
sabía debía conservar, porque he tenido que mudarme y hasta pensé no volver a
este país (aspiramos a algo mejor: Elegimos
y desechamos).
Conozco gente muy
traumada (más que yo). Tienen un profundo
odio contra los evangélicos, contra muchas formas de expresión de la religión
y, sin embargo, tienen afiches alegóricos de los Salmos (y
los estoy viendo ahora, mientras escribo estas notas).
En Colombia, por ejemplo, muchas casas tienen biblias abiertas -en el Salmo
91-
como si éstas sirvieran de fetiches mágicos para ahuyentar las malas
influencias en hogares cuyo sincretismo católico no entiende la idolatría y
comulga con algunos pecados. ¿Es eso la sabiduría de Dios? ¿Debo hacer lo malo
para que lo bueno venga a mi vida?
Pasan décadas y no
entiendo lo que leo. Ciertas cosas están escritas, pero la verdad contenida en
letras no se hace carne de la verdad hasta que Dios o la vida misma de cada
circunstancia no intervienen para revelarla con el medio propio, ni el tiempo
propicio. Leemos pero no entendemos. ¡Elige bien! ¡Escoge mejor!
La mujer de mi vida,
así como tu hombre, no lo sacarás de un bote de basura ni te llegará purificado
de una caja de detergentes. No creo te llegará a los 15, tampoco a los 30; pero
sé de gente que ama –de un modo distinto-cuando se pasan los 40, 50 o 60 ¿Qué
sabe uno lo que Dios nos hará cambiar y los traumas que ha de sanar?
Ciertamente que,
nuestro interactuar con humanos, animales y nuestro entorno geográfico (económico-social)
nos marca. Cada cosa y cada persona que haya visto nuestra vida aporta o roba
algo de esos haberes y saberes; pero la
restauración y la perfección es de Dios. Puede que no logremos los
refinamientos humanos que sabemos posibles, sean conductuales, quirúrgicos,
psicológicos, terapéuticos, etc.; pero Dios llevará nuestra vida a la
perfección que lo terreno no alcanza ni nuestra mente sondea con pensamientos
ni deseos.
Buena parte del
camino de la sabiduría es reconocer que no la tenemos (Él es la
sabiduría y la fuente).
El segundo paso para
adquirir una dosis diaria del saber de la vida es interactuar con otras vidas.
Uno no debe subestimar nada. Uno no debe pensar que un simple animalito jamás
podrá enseñarnos las cosas que no aprendimos de humanos (y
estoy pensando en Brando). No debemos creer que cada persona
tiene un valor utilitario, económico o social, pues –todo- ha sido por Dios “para el bien de aquellos que sinceramente
lo aman”.
Las personas (la
existencia toda) son el canal, la fuente, por la cual
la divinidad y Su verdad se manifiestan a nosotros, a fin de que entendamos la
forma cómo debemos vivir en sabiduría: Podemos tener todo el conocimiento
enciclopédico de un diccionario; pero ello no significa que tengamos la sabiduría
para administrar nuestros recursos, nuestro tiempo ni muchas herramientas. Si
lo queremos entender, lo que nos pasa siempre tiene una fuente y somos
un receptor y necesitamos de una circunstancia como medio. Faltando cualquiera
de esas 3 partes, la divinidad no tiene formas de revelársenos ni de hallar
modos de que entendamos cómo llegar a ella. ¿Cómo entiendo el amor de Dios?
Si Jesús no hubiera
venido a la tierra, en una forma corpórea, con una vida semejante a la mía, yo
no sabría mucho de los que sólo se oía en la Escritura que veneraban los
judíos. Si Cristo no hubiera nacido, crecido, muerto y RESUCITADO, nada (o muy
poco) se sabría de las otras apariciones que haya tenido Dios en la historia
(teofanías) ni de su plan redentor para la humanidad: Estamos separados de Su
gloria, no vivimos en Su presencia, y eso es lo que Él desea restaurar (pero
sacando –de un todo- a quienes no quieren a Dios ni le merecen por la
recurrencia de la multitud de sus impíos actos. ¡Odian a Dios!
Última Decisión
Nadie intenta llevar
una relación -de por vida- con una persona dañina, fea o pecaminosamente
corrupta (Dios tampoco). Uno, como hombre, no está de acuerdo en besar los
labios (ni la lengua) de una mujer que acabe de besar a otro. Puede que uno lo
haya hecho sin saberlo o estando borracho de pasiones desenfrenadas, pero –del
todo conscientes- no creo que un hombre profiláctico (ni una buena mujer) bese
a nadie que acabe de ver con su lengua unida y pegada a alguien quien le sea sexualmente
igual y opuesto. Si alguien llega a entender las ventajas del amor –sin
lujuria- no comparte sus miembros con nadie que no atesore la riqueza de su
cuerpo puro.
En ese sentido, lo
que Dios quiere, es que todos vivamos en esa santidad que sólo se da en la
exclusividad del matrimonio. Ud y yo conocemos a esa persona mediante el
intercambio de información. Puede que Ud comience a darla, o la otra comience a
pedirla y, en la medida de la necesidad o del genuino interés, uno y otra comenzarán
a hablar y decir (hasta cosas que no tienen relevancia) pero –para el verdadero
amor- todo tiene relevante importancia. “De
la abundancia del corazón habla la boca”.
Hay cosas que deben
dejarse enterradas y, las insepultas –tal vez- necesiten un sacro entierro. No
es bueno entremezclar el pasado con el presente ni, tampoco, meter a los
ausentes en ese presente. No sé qué hace que la mujer siempre quiera saber más
de lo necesario ni qué la mueva a una constante necesidad de autoafirmación,
sea el saber que es amada, que es reconocida o considerada ¡No lo sé! Pero sí
sé que ella conoce y reconoce el valor y la importancia que damos –nosotros- a
la belleza, a lo que vemos (y podemos ser fácilmente engañados con lo que
creemos estar viendo).
Ella se esmera por
ser vista “bella”. Hay muchas -traumatizadas por la verdad relativa de los
dichos- que se mueren por morir “bellas”; pero es que a nosotros (los machos)
¿no nos deforman con los comentarios de feos o insignificantes? (¡Uy! Cuánta
soberbia y vanidad tenemos -hombres y mujeres- por recibir el aplauso o
reconocimiento de terceros).
Al salir del cobijo
de la casa nos exponemos a esas descalificaciones que vienen de los extraños.
Las descalificaciones comienzan desde la casa, antes de irnos a la escuela y,
nuestros maltratadores, a su vez, fueron flagelados con esas palabras
que descalificaron su autoestima: Es un efecto “avalancha” generacional (soy
producto y partícipe de esa porquería de pecado).
¡Perdónanos Dios!
La escuela, por así
decirlo, diversifica ese proceso de transculturización. En lugar de alabanzas y
estímulos, se nos condiciona con números, notas, por calificaciones. Así que,
en lugar de feo, soy “bonito” si llevo altas calificaciones, si mi boletín de
notas va en azul y cargado de 20s. Soy “feo y malo” cuando –en mi proceso de
aprendizaje- todo el mundo me dice bruto y mi maestra, mis compañeros me lo
certifica con maltratos físicos y verbales, así que –al llegar a casa- mi mamá
patea mi trasero por las muchas notas negativas de la maestra y los escritos en
rojo que terminan expulsándome de la escuela
de la comunión de MIS semejantes…
En la universidad soy
“bueno” si ya me he adaptado al vicio de ganar puntos con méritos y las “buenas”
notas son el ayo de los profesores... Si no sé leer, si no quise estudiar (y si
fui a la universidad obligado, o por el deseo de acostarme con mujeres
“bonitas”), ya poseo el arte de copiarme sin que los profesores me vean o, en
su defecto, aprendí a sobornarlos con dinero, sexo o alguna clase de droga o
hechizo y, en el caso de los “buenos”, ellos sí entendieron que estudiar y
aprender –ciertamente- es el precio justo que debía pagar para
culminar la universidad con éxito (personal y verdaderamente académico).
Me gradué de burro,
porque nadie me dijo cómo recortarme las orejas… ¡Ja! ¡Ja!
¿Qué hace Dios con los desechados?
Por ventura,
muchísimos nos sobreponemos a esa clase de maltratos (Dios tiene mucha habilidad e
instrumentos para Su proceso de rescate y redención).
Tarde más que temprano, miles y millones nos reponemos
de las descalificaciones y las auto-descalificaciones y
entramos por la puerta angosta (la ancha es para otra clase de “buenos”).
La obra de perfección
divina es consecuente, perenne y -muchas veces- obra como el agua que labra
grandes cavernas y modela el carácter de estalagmitas o rocas: Jesús mismo
aprendió la obediencia al venir a la tierra (Su hijo no fue tratado mejor, por
ser de la condición de Hijo Único).
Cuando llega el
momento, Dios toma a los que Él ha decidido y hace Su obra perfecta...
Satanás es un “modelo” de etiquetador y maltratador:
Dividió una 3ra parte del cielo contra la autoridad de Dios y, al hacerlo -más
bien- ha puesto en evidencia a LOS ENEMIGOS DE LA SABIDURÍA de la perfección
del Creador y esa ignorancia (del que se creyó perfecto) ha comprobado su
iniquidad, hablando y obrando en contra de Dios Padre.
Cuando uno se
arrepiente (de tantas cosas) uno entra en el proceso de la revelación de Dios.
Él empieza a dejarnos ver la cantidad de veces que intervino en nuestras vidas
para acercarnos a Su amor, a su comunión y a la comunidad de Sus elegidos. Por
un lado, Satanás (el acusador) empieza la estrategia de recordarte del hogar y
lugar de dónde has venido. Comienza a ACUSARTE de tus muchos errores, tus
pecados, tus flaquezas y tus muchas debilidades ¿Quién no las tiene? (Satanás
mismo quiere ser Dios y desea quedarse con todo lo que es de Dios) ¡Es un GRAN
envidioso!
Si fuiste un pecador ladrón, homosexual, una prostituta,
una drogadicta… El diablo te querrá sellar con esa etiqueta de que “ERES”... ¿Y lo
eres? ¿O simplemente te equivocaste, como yo y como
millones? ¿Tiene la razón Satanás o tú?
Si tenías una “religión”,
si eras de un grupo o de alguna tendencia, entre tantas creencias, el diablo te
enviará a gente que te dirá: “No puedes
salir” “No te atrevas a dejarnos”
y te pregunto: ¿Cuánto no te han dejado ellas y ellos? ¿De qué te sirve seguir
al viento?
En el proceso de tu
vida, al final o término de ella –en cualquiera de sus capítulos- llegará un
día en que ya no tendrás más elección sino una lección. Cuando llegues a ella,
como sea, sólo tendrás dos opciones: 1) Aceptar tu error y cambiar (Haciéndole caso a
Dios) o, en el peor de los casos, 2) Quedarte en lo que andes haciendo, y morir
–eternamente- si Él.
Mi testimonio es
insignificante.
Decirte que era
enemigo de Dios, decirte que era un roquero satanista, no es nada –si lo
comparo al cambio que han dado otros.
No te voy a mentir,
ni a decir que ahora tengo alas o dinero, ni que ya dejé de ver a las mujeres
con deseo ¡porque ellas me gustan! Y, lo mejor que me puede pasar (según
YO) es que me
vuelva a casar: ¡Y será un milagro! (no tengo bienes de fortuna, tengo 50 años…
y no tiene caso te diga MIS
desventajas: ¡Todos las tenemos!).
¿A dónde vamos?
Suena tonto oír ese
asunto del cielo. Es pueril verme con un par de alitas retozando en alguna nube
blanca en un fondo azul ¡Yo no quiero eso!
Si me van a dar las
alas para volar más lejos ¡Las acepto!
Si me van a dar vida
para seguir estudiando, aprendiendo y viviendo ¡Lo acepto!
Pero si me van meter
en un corral, para vivir como una gallina… ¡No! ¡No! Llévenme lejos.
La razón me dice que
el espacio, y los otros planetas, los hizo Dios para un propósito eterno: Ese es el Cielo (no sólo la tierra).
Si podré volar -como
vuela mi pensamiento- ese es el Dios a quien en mi mente quiero servir y
conocer (aunque muchas cosas yo
no sé ni entiendo).
Mi pregunta y, quizá
sea tu respuesta, ¿En qué clase de mundo deseas vivir y morir?
He estado demasiado
tiempo rodeado de la ingratitud y, aunque he sido ingrato –miles de veces- no
soy ingratamente mal agradecido o infiel. Soy mal conductor de autos, atropello
a la gente cuando conduzco mis pies ansiosos en medio de mis caprichosas
ansiedades mundanas y, muchas veces, en mi mente les maldigo o con mis labios
los insulto ¿Quieres tú vivir así?
La iglesia, como tal
(cualquiera que sea) está llena de NUESTRAS IMPERFECCIONES. Yo no creo que
–literalmente- sea el cuerpo de Cristo. De hecho, institucionalmente, está
lejísimo de parecérsele pero, en cuanto a lo funcional, lo orgánico, la Iglesia
(tú y yo) podemos mostrar el AMOR y la calidad del nuevo hombre y la nueva
mujer: Renacidos.
No me importa la
opinión de la TRADICIÓN, no me interesa la opinión de Pablo ni de sus escritos
paulinos; sino de lo que dijo Jesucristo, de lo que hicieron Sus discípulos
directos (y es obvio que tengo mis propias convicciones e ideas –como las tuyas-
y así soy acepto en Su amor, en Su pacto y Su plan de redención).
No sé si tú quieras
reunirte con cristianos, con “cristinos” o qué grupo buscarás como iglesia...
Yo llegué a la convicción de “Bástale al discípulo llegar a ser como su Maestro”
(y mi Maestro es Jesucristo de Nazareth) (Mateo 23:10). No te convertirás a Él
con o por mis palabras, sino con las que te llevará el Padre, el Hijo o Su
Espíritu Santo. Para ello usará mucha gente, usará ciertas circunstancias, muchas
condiciones y aplicaciones… ¡Hasta las piedras te hablarán! (Hasta en sueños) No
puedes escapar de Su amor (espero que tu problema no sea de auto-estima).
¿Qué hacer?
Revisa tu vida.
Medita en esas lecciones que no quisiste aprender. Arrepiéntete de tus errores,
tus pecados (confiésalos
a Él) y dale espacio en tu vida.
¡Llámalo! ¡Invócalo!
Es tu decisión de
vida o muerte (y de muerte para nueva y verdadera
vida).