Estos días alguien me regaló un modelo de oración. No se parece a la
elaborada estructura de la famosa oración del “Padre Nuestro”. La presentación
es acartonada, de calidad y me parece que se puede conservar años y, la misma,
se puede republicar pero, al leerla, no pude menos que hacerme algunas
preguntas: “¿Cuál es su procedencia? ¿En qué momento la registraron?
La leí, traté de asimilar lo que se dice, lo que se ofrece, lo que se
compromete y espera.
De inmediato, traté de hallar paralelismos, referencias neo testamentarias
y precedentes judíos, cristianos o católicos.
Las oraciones no son como un poema que, quien lo escriba, pueda dejar su
firma, su nombre e incluso, un registro de la patente registrada. En cada
oración, hay mucho de lo personal, de lo mío, de lo suyo; de lo colectivo y lo
personal. Sin embargo, Jesús, en Su modelo personal de oración (el Padre
Nuestro) emplea el “Danos”, el “perdónanos”, y otras fórmula que dicen “Padre
Nuestro”, como un colectivo, como una hermandad; no obstante, la “oración de
fe” es totalmente opuesta, unipersonal y decisional: “Yo decido, yo confieso, yo me arrepiento y pido.”
Hay diversas confesiones, hay diversas denominaciones y, al parecer, cada
una adoptó un formulismo, un protocolo y, algunos de éstos, son rigurosamente
controladores (si no paso por un proceso de selección, en el que ellos usurpan
el lugar de “dios”, no podría participar de la comunión de la iglesia ni del
bautismo).
Si la iglesia judeo-cristiana del 1er siglo era proselitista, las distintas
denominaciones del siglo 21 hacen acepciones, y más si se trata de gente
adinerada, de la élite burocrática o profesional…
La oración de fe, en cuestión, es una de varias “bien intencionadas”. Es,
en efecto, otro modela de confesión de fe pero ¿Qué paralelismo tiene con la
iglesia del Primer siglo, la que inició Jesús y no sus adeptos?
Juan Bautista, el heraldo del Señor Jesús –que sepamos- no empleó un
formulismo para la CONVERSIÓN ni el bautismo de judíos que confesaban sus
pecados en el río Jordán. El formulismo
que sí demandaba, indudablemente, era la sinceridad del corazón, la conversión
del alma, la metanoía de la voluntad pecaminosa a la transformada por la
buena conciencia del evangelio.
Juan había notado la insinceridad de muchos que se le allegaban para
recibir el bautismo. Muchos -en ese tiempo- pensaron que el perdón de pecados
era debido al agua, al lavamiento ceremonial, al cumplimiento protocolar de una
asistencia, una cola y 3 palabras soltadas al aire… ¿Era un estúpido Juan el
bautista?
Algunos llegaron dándose golpes de pecho, hicieron alguna cola larga, como para
recibir un regalo (el perdón de pecados)
pero era como si decenas de personas fueran al cajero electrónico de un banco y,
al extremo de la fila, se encontraban a un vigilante que les decía: “¿Ud tiene cuenta bancaria con nosotros?...
¡Ud no es cliente nuestro!”.
Juan -en su bautismo de agua- requería un ARREPENTIMIENTO verdadero, como
fruto digno. Él condenó a esos hombres que venían a bautizarse por si acaso… (“Uno no sabe qué pasará luego”, dirían algunos). Juan criticó a los
muchos que venían de los saduceos y de los fariseos. E lugar de decirles
“cuaimas” les dijo serpientes (Mat. 3:7) y era obvio que imaginan que, al
bautizarse, huirían del castigo venidero ¿Realizas algún sacramento, alguna obra religiosa, creyendo
que al hacerla, recibirás protección o una “bonificación” adicional?
Jesucristo, más adelante en su ministerio, predicó sobre la oración (Mateo
6:515). Si Su exhortación fuera hipócrita y sin Su ejemplo, Él mismo hubiera
dado varios modelos para orar y “rezarle” a Dios, pero el Padre Nuestro es el
modelo “clásico” a innovar y personalizar y, en la simple lectura, podemos
inferir que a Él no le gustan las repeticiones sino las oraciones en AMBIENTES
PRIVADOS, íntimos y en lo secreto. Tras leer Mateo 6:5 tengo la impresión
recurrente que, para aquellos días, ya había una clase de religiosos que amaban
“ser vistos orando y públicamente”…
¿Soy más cristiano por practicar mi religión en público o presumidamente?
Jesús, contrariamente al modelo propuesto en “Oración de Fe”, hace recomendación de que deberíamos estar en los
aposentos, privados de las interferencias mundanas, recluidos en la privacidad
de nuestras habitaciones interiores; porque la oración es algo personal, en
intimidad con Dios ¿La trillada oración de fe es un modelo copiado de
los escritos emanados de los concilios católicos romanos?
Nótese que, si todos repetimos lo mismo, si el modelo es una auténtica
copia repetitiva, estandarizada, seremos como loros, diciendo siempre lo mismo
con palabrerías.
Si el Padre Nuestro es un modelo para la oración colectiva o comunitaria,
la “oración de fe” es un modelo para la oración de confesión privada pero ¿No
está llena de palabrerías?
Si me quiero casar, no basta que yo vaya al padre y a la madre y les pida a
su hija. Antes de hacer eso, tengo que HABER CONOCIDO a la chica que me gusta o
se agrada de mí. Tengo que haberla tratado bastante para que ME ACEPTE y yo la
acepte, también. ¿No es lógico que ambos NO nos conozcamos, antes de enredarnos
en promesas e emociones?
Una vez que mantengo trato, una relación amistosa relativamente prolongada
(cuando menos un año) puede que ambos nos gustemos –lo suficiente- como para
que ella o yo pensemos en una relación formal que vaya más allá de la amistad,
a medida que nos volvamos íntimos y nos familiarizamos con nuestras afinidades
y/o diferencias (que las hay de todo tipo).
Puede que ella y yo tengamos algunas diferencias, fuertes discrepancias,
choques de opinión pero, en atención al amor, a la linda relación, lo
comprometido… ¡incluso conveniencias! nos separamos un tiempo y, aclarados
nuestros puntos divergentes, nos reconciliamos y volvemos (o quizá nunca nos
veamos).
Al cabo de años, si seguimos juntos, si así nos ha parecido, anunciamos
nuestra boda y, siendo mayores de edad, no necesitamos la aprobación de nadie
y, si somos sabios -en cierta medida- siempre es bueno un consejo de afuera...
Antes de casarnos, antes de prometernos cosas, uno tiene que haberse demostrado
–con hechos- esa disposición, esa lealtad, ese COMPROMISO de seguir siempre
adelante, al costo de lo que sea posible.
Si estoy enamorado, si ya no soy un sinvergüenza, lo más lógico es casarme
antes de tener intimidad sexual con la que pretendo tomar por mujer.
¿Es fácil que alguien se vaya a la cama sin preservativos, sin una garantía
profiláctica de que no contraerá enfermedades sexuales? Y, en el supuesto que algunas
parejas consientan tener relaciones sin fines románticos ni reproductivos ¿No hay
una clase de acuerdo económico, higiénico o una aclaratoria de que no existe un compromiso verdadero ni
duradero?
En relación a un vínculo serio, donde pueden venir hijos sin una debida
preparación emocional, psicológica, habitacional y económica, lo normal es que
se hagan acuerdos nupciales o prenupciales. Cualquier cosa que se haya dicho,
cualquier cosa que se haya acordado verbalmente - en su momento- se asentará en
un registro, en unos papeles, ante abogados y en una notaría o registro civil…
¿La oración de fe tiene más poder que un contrato matrimonial?
Suponiendo que tuviese más peso ¿Por qué hay tanto cristiano que ha dejado
de serlo? Y, como contraparte ¿Por qué hay tantos divorcios e hijos fuera del
matrimonio?
La oración de fe, tanto como cualquier de promesa de amor,
es un “bonito” modelo de palabras que se puede decir, hasta con sinceridad de
corazón. El bautismo, tanto como mi firma en un papel, no garantiza mi
idoneidad ni fidelidad para cumplir lo que expresen esos contratos de palabras y,
siendo que “contractualmente” Dios no está presente para garantizar dichos
acuerdos ¿Cómo sabe alguno que el otro va a cumplir lo que promete? (Sabemos
cuán falible somos: Hemos fallado antes). Pero Dios, ¿Me toma la palabra?
Dios no tiene problema en aceptar cualquier cosa justa que yo pudiera
sacrificar para agradarle, pero –que yo sepa- siempre desea que se cumpla la justicia, que yo obre
según mi palabra y que, si Él se ha comprometido en algo, SIEMPRE CUMPLIRÁ.
Dios tiene parámetros peculiares para ponderar el peso de nuestras almas y
medir el peso de nuestras buenas y malas intenciones, mas no así nosotros (que
sólo vemos lo externo y lo superficial del carácter y de las palabras).
La oración de fe, en sí misma, no
acompañada de hechos, es semejante a ese hombre o mujer que dice: “Te amo” pero es infiel con otra persona
y, si no es desleal –físicamente- con la mente puede estar fallando alguno, y
más cuando los hechos de ese supuesto amor no van acompañado de flores,
atenciones, cariños; sino que tales palabras se contradicen por desdenes,
mentiras, violencia física junto a la verbal (hombres y mujeres hemos caído en
ello).
La “metanoia”, la conversión y el
arrepentimiento pueden ser tan rápidos como la experimentada por uno de los
ladrones en el calvario. No sabemos si, en algún momento, ese ladrón fue al
bautismo de Juan el bautista. No sabemos si, en alguna oportunidad, haya estado
atento a las charlas que Jesús daba en esos 3 años de ministerio público; no
obstante, podemos estar contentos al saber que, indistintamente de los pecados que haya hecho a lo largo de su vida,
Jesús mismo le dijo: “Hoy ciertamente
estarás conmigo en el Paraíso”. ¿Lo salvó el bautismo o su arrepentimiento
seguido de una confesión de fe? (Mateo 27:44
Ese criminal no tuvo oportunidad de tomar un tratado para leerlo ese día y,
estando crucificado, lo menos que desearía es tener una pesada Biblia en sus
músculos adoloridos. Sus palabras -quizá resumidas- nos las remitieron de este
modo: “Acuérdate de mí, cuando vengas en
tu reino” (Lucas 23:40-42)
¿Me conviene hacer una oración, repetir un modelo trillado de palabras, en
las que prometo algo y no cumplo nada?
La oración de fe –comparada con el Padre Nuestro- es una oración pública de
categoría inferior, es un acto protocolar para iniciarnos en una relación con
gente de iglesia, bien intencionada, por cierto, que desea guiarnos a un mayor
conocimiento de Jesucristo, Sus enseñanzas, etc. Si no la has hecho no te
pierdes nada, pues, según sea tu vida, estás perdido o más confundido que
antes, pero –tal vez como el ladrón del Calvario- necesitas acercarte al hijo
de Dios, al Señor Jesucristo, para poder comprender un grupo de cosas que antes
no entendías o no le hallabas sentido.
No necesitas formalidades, sólo creer a lo que Dios te hará entender,
seguir, desear y comprender. La religión no te sirve sino para el autoengaño
pero, el estudio (incluso el autoestudio) puede llevarte a entender secretos
que no estaban escondidos, sino soslayados.
A.T. Dec. 10, 2012
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