Monday, December 10, 2012

Oración de fe


Estos días alguien me regaló un modelo de oración. No se parece a la elaborada estructura de la famosa oración del “Padre Nuestro”. La presentación es acartonada, de calidad y me parece que se puede conservar años y, la misma, se puede republicar pero, al leerla, no pude menos que hacerme algunas preguntas: “¿Cuál es su procedencia? ¿En qué momento la registraron?

La leí, traté de asimilar lo que se dice, lo que se ofrece, lo que se compromete y espera.
De inmediato, traté de hallar paralelismos, referencias neo testamentarias y precedentes judíos, cristianos o católicos.

Las oraciones no son como un poema que, quien lo escriba, pueda dejar su firma, su nombre e incluso, un registro de la patente registrada. En cada oración, hay mucho de lo personal, de lo mío, de lo suyo; de lo colectivo y lo personal. Sin embargo, Jesús, en Su modelo personal de oración (el Padre Nuestro) emplea el “Danos”, el “perdónanos”, y otras fórmula que dicen “Padre Nuestro”, como un colectivo, como una hermandad; no obstante, la “oración de fe” es totalmente opuesta, unipersonal y decisional: “Yo decido, yo confieso, yo me arrepiento y pido.”

Hay diversas confesiones, hay diversas denominaciones y, al parecer, cada una adoptó un formulismo, un protocolo y, algunos de éstos, son rigurosamente controladores (si no paso por un proceso de selección, en el que ellos usurpan el lugar de “dios”, no podría participar de la comunión de la iglesia ni del bautismo).
Si la iglesia judeo-cristiana del 1er siglo era proselitista, las distintas denominaciones del siglo 21 hacen acepciones, y más si se trata de gente adinerada, de la élite burocrática o profesional…

La oración de fe, en cuestión, es una de varias “bien intencionadas”. Es, en efecto, otro modela de confesión de fe pero ¿Qué paralelismo tiene con la iglesia del Primer siglo, la que inició Jesús y no sus adeptos?
Juan Bautista, el heraldo del Señor Jesús –que sepamos- no empleó un formulismo para la CONVERSIÓN ni el bautismo de judíos que confesaban sus pecados en el río Jordán. El formulismo que sí demandaba, indudablemente, era la sinceridad del corazón, la conversión del alma, la metanoía de la voluntad pecaminosa a la transformada por la buena conciencia del evangelio.

Juan había notado la insinceridad de muchos que se le allegaban para recibir el bautismo. Muchos -en ese tiempo- pensaron que el perdón de pecados era debido al agua, al lavamiento ceremonial, al cumplimiento protocolar de una asistencia, una cola y 3 palabras soltadas al aire… ¿Era un estúpido Juan el bautista?
Algunos llegaron dándose golpes de pecho, hicieron alguna cola larga, como para recibir un regalo (el perdón de pecados) pero era como si decenas de personas fueran al cajero electrónico de un banco y, al extremo de la fila, se encontraban a un vigilante que les decía: “¿Ud tiene cuenta bancaria con nosotros?... ¡Ud no es cliente nuestro!”.
Juan -en su bautismo de agua- requería un ARREPENTIMIENTO verdadero, como fruto digno. Él condenó a esos hombres que venían a bautizarse por si acaso… (“Uno no sabe qué pasará luego”, dirían algunos). Juan criticó a los muchos que venían de los saduceos y de los fariseos. E lugar de decirles “cuaimas” les dijo serpientes (Mat. 3:7) y era obvio que imaginan que, al bautizarse, huirían del castigo venidero ¿Realizas algún  sacramento, alguna obra religiosa, creyendo que al hacerla, recibirás protección o una “bonificación” adicional?

Jesucristo, más adelante en su ministerio, predicó sobre la oración (Mateo 6:515). Si Su exhortación fuera hipócrita y sin Su ejemplo, Él mismo hubiera dado varios modelos para orar y “rezarle” a Dios, pero el Padre Nuestro es el modelo “clásico” a innovar y personalizar y, en la simple lectura, podemos inferir que a Él no le gustan las repeticiones sino las oraciones en AMBIENTES PRIVADOS, íntimos y en lo secreto. Tras leer Mateo 6:5 tengo la impresión recurrente que, para aquellos días, ya había una clase de religiosos que amaban “ser vistos orando y públicamente”… ¿Soy más cristiano por practicar mi religión en público o presumidamente?

Jesús, contrariamente al modelo propuesto en “Oración de Fe”, hace recomendación de que deberíamos estar en los aposentos, privados de las interferencias mundanas, recluidos en la privacidad de nuestras habitaciones interiores; porque la oración es algo personal, en intimidad con Dios ¿La trillada oración de fe es un modelo copiado de los escritos emanados de los concilios católicos romanos?
Nótese que, si todos repetimos lo mismo, si el modelo es una auténtica copia repetitiva, estandarizada, seremos como loros, diciendo siempre lo mismo con palabrerías.
Si el Padre Nuestro es un modelo para la oración colectiva o comunitaria, la “oración de fe” es un modelo para la oración de confesión privada pero ¿No está llena de palabrerías?

Si me quiero casar, no basta que yo vaya al padre y a la madre y les pida a su hija. Antes de hacer eso, tengo que HABER CONOCIDO a la chica que me gusta o se agrada de mí. Tengo que haberla tratado bastante para que ME ACEPTE y yo la acepte, también. ¿No es lógico que ambos NO nos conozcamos, antes de enredarnos en promesas e emociones?

Una vez que mantengo trato, una relación amistosa relativamente prolongada (cuando menos un año) puede que ambos nos gustemos –lo suficiente- como para que ella o yo pensemos en una relación formal que vaya más allá de la amistad, a medida que nos volvamos íntimos y nos familiarizamos con nuestras afinidades y/o diferencias (que las hay de todo tipo).

Puede que ella y yo tengamos algunas diferencias, fuertes discrepancias, choques de opinión pero, en atención al amor, a la linda relación, lo comprometido… ¡incluso conveniencias! nos separamos un tiempo y, aclarados nuestros puntos divergentes, nos reconciliamos y volvemos (o quizá nunca nos veamos).
Al cabo de años, si seguimos juntos, si así nos ha parecido, anunciamos nuestra boda y, siendo mayores de edad, no necesitamos la aprobación de nadie y, si somos sabios -en cierta medida- siempre es bueno un consejo de afuera...

Antes de casarnos, antes de prometernos cosas, uno tiene que haberse demostrado –con hechos- esa disposición, esa lealtad, ese COMPROMISO de seguir siempre adelante, al costo de lo que sea posible.
Si estoy enamorado, si ya no soy un sinvergüenza, lo más lógico es casarme antes de tener intimidad sexual con la que pretendo tomar por mujer.

¿Es fácil que alguien se vaya a la cama sin preservativos, sin una garantía profiláctica de que no contraerá enfermedades sexuales? Y, en el supuesto que algunas parejas consientan tener relaciones sin fines románticos ni reproductivos ¿No hay una clase de acuerdo económico, higiénico o una aclaratoria de que no existe un compromiso verdadero ni duradero?

En relación a un vínculo serio, donde pueden venir hijos sin una debida preparación emocional, psicológica, habitacional y económica, lo normal es que se hagan acuerdos nupciales o prenupciales. Cualquier cosa que se haya dicho, cualquier cosa que se haya acordado verbalmente - en su momento- se asentará en un registro, en unos papeles, ante abogados y en una notaría o registro civil… ¿La oración de fe tiene más poder que un contrato matrimonial?

Suponiendo que tuviese más peso ¿Por qué hay tanto cristiano que ha dejado de serlo? Y, como contraparte ¿Por qué hay tantos divorcios e hijos fuera del matrimonio?

La oración de fe, tanto como cualquier de promesa de amor, es un “bonito” modelo de palabras que se puede decir, hasta con sinceridad de corazón. El bautismo, tanto como mi firma en un papel, no garantiza mi idoneidad ni fidelidad para cumplir lo que expresen esos contratos de palabras y, siendo que “contractualmente” Dios no está presente para garantizar dichos acuerdos ¿Cómo sabe alguno que el otro va a cumplir lo que promete? (Sabemos cuán falible somos: Hemos fallado antes). Pero Dios, ¿Me toma la palabra?

Dios no tiene problema en aceptar cualquier cosa justa que yo pudiera sacrificar para agradarle, pero –que yo sepa- siempre desea que se cumpla la justicia, que yo obre según mi palabra y que, si Él se ha comprometido en algo, SIEMPRE CUMPLIRÁ.

Dios tiene parámetros peculiares para ponderar el peso de nuestras almas y medir el peso de nuestras buenas y malas intenciones, mas no así nosotros (que sólo vemos lo externo y lo superficial del carácter y de las palabras).

La oración de fe, en sí misma, no acompañada de hechos, es semejante a ese hombre o mujer que dice: “Te amo” pero es infiel con otra persona y, si no es desleal –físicamente- con la mente puede estar fallando alguno, y más cuando los hechos de ese supuesto amor no van acompañado de flores, atenciones, cariños; sino que tales palabras se contradicen por desdenes, mentiras, violencia física junto a la verbal (hombres y mujeres hemos caído en ello).

La “metanoia”, la conversión y el arrepentimiento pueden ser tan rápidos como la experimentada por uno de los ladrones en el calvario. No sabemos si, en algún momento, ese ladrón fue al bautismo de Juan el bautista. No sabemos si, en alguna oportunidad, haya estado atento a las charlas que Jesús daba en esos 3 años de ministerio público; no obstante, podemos estar contentos al saber que, indistintamente de los pecados que haya hecho a lo largo de su vida, Jesús mismo le dijo: “Hoy ciertamente estarás conmigo en el Paraíso”. ¿Lo salvó el bautismo o su arrepentimiento seguido de una confesión de fe? (Mateo 27:44
Ese criminal no tuvo oportunidad de tomar un tratado para leerlo ese día y, estando crucificado, lo menos que desearía es tener una pesada Biblia en sus músculos adoloridos. Sus palabras -quizá resumidas- nos las remitieron de este modo: “Acuérdate de mí, cuando vengas en tu reino” (Lucas 23:40-42)

¿Me conviene hacer una oración, repetir un modelo trillado de palabras, en las que prometo algo y no cumplo nada?

La oración de fe –comparada con el Padre Nuestro- es una oración pública de categoría inferior, es un acto protocolar para iniciarnos en una relación con gente de iglesia, bien intencionada, por cierto, que desea guiarnos a un mayor conocimiento de Jesucristo, Sus enseñanzas, etc. Si no la has hecho no te pierdes nada, pues, según sea tu vida, estás perdido o más confundido que antes, pero –tal vez como el ladrón del Calvario- necesitas acercarte al hijo de Dios, al Señor Jesucristo, para poder comprender un grupo de cosas que antes no entendías o no le hallabas sentido.

No necesitas formalidades, sólo creer a lo que Dios te hará entender, seguir, desear y comprender. La religión no te sirve sino para el autoengaño pero, el estudio (incluso el autoestudio) puede llevarte a entender secretos que no estaban escondidos, sino soslayados.

A.T.     Dec. 10, 2012

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