Anoche me porté bien y me puse a leer un poco. Aparentemente tengo un reposo e intento aprovecharlo lo más productivamente que pueda (y tengo que colocarle una reja a mi mamá y ya me senté a escribir y a hablar a solas, conmigo mismo).
Leí varias cosas, estuve organizado y, aunque hubiera deseado profundizar, técnicamente estoy impedido con la internet (y me alegro de ello: No habría dormido).
Al leer sobre la poesía, algunos escritores, llegué a Japón, también a China. Inicialmente anduve por Persia y salté hasta Asia, y cada día debo dar un aplauso a toda la gente que hizo posible el milagro de que podamos leer y aprender esas culturas, por el simple hecho de la escritura y por su individual deseo de dejar y escribir algo… ¡Dios les recompense!
Mi hija me expuso las preguntas que le pidieron en sus tareas (tal parece, pensaba que yo se las haría, y se acostó cómoda, chateando en su cama). Encendí su PC, recopilé datos de Encarta, y se los pegué en Word, para que ella los procesara.
-¡No, papá! No se pueden copiar los conceptos, tienen que ser los míos –me aclaró.
-¡Lo sé, hija! Acá te estoy copiando LAS OPINIONES AJENAS, para que tú misma decidas si: a) Las resumes o b) Las interpretas. Lo que me interesa es que sepas qué dicen los estudiosos y, luego de entenderlos, que tú misma tengas TUS IDEAS. Caso contrario, serías un clon copiado de tantas cosas.
Sé que mi hija no me entendió. En su mente estaba la idea de que yo resumiría o adecuaría esas ideas a las suyas pero, apenas, comienza el bachillerato (y deseo aprenda a ser autónoma e independiente) ¡Anoche me preguntó cómo se dice “repollo” en inglés! (y muchos creen se dice “rechiken”). ¡Ja! ¡Ja!
¿Qué somos? ¿Qué vamos construyendo, sobre nosotros mismos?
Entiendo que, luego de tantos años, lo que vamos haciendo –más que meramente vivir- es aprender modificando una serie de conductas, pensamientos y valores. Si antes pensábamos y asentíamos como niños subordinados a una voluntad mayor, como adultos nos volvemos autónomos, procurando ser independientes, incluso de lo que nos apega a la vida (y es obvio que algunos no superamos la prueba de la autenticidad, y somos vulnerados por la opinión ajena, por la influencia social de las masas: No soy “nadie” si no tengo un BlackBerry o no uso ropa de tal marca).
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Parte de mí no quiso profundizar ciertos temas, anoche. Al leer sobre la literatura de hace unos milenios, me sentí un tanto defraudado... Por un momento me dije: “¿Hasta qué punto estoy engañado por lo que me enseñaron como la verdad verdadera?” “¿Será que lo que se me enseñó no tiene un verdadero valor, un fundamento sólido, universal, y trascendentemente espiritual?”.
Todo el rollo comenzó cuando sopesé la información que tengo, de modo referencial (interna) con la que pueden leer hoy mis ojos. Es posible que millares de personas estemos equivocadas al seguir la Torá o la Biblia, por el simple hecho de que el Hinduismo (como filosofía, sensualidad o religión) tiene un precedente histórico que no tienen los evangelios o la cristiandad y, la verdad, es que toda la humanidad -por milenios- ha estado buscando una verdad que trascienda más allá de lo perentorio, de una manera más profunda que lo breve de nuestra carnalidad temporal y visceral y, en relación a valores “eternos”, el amor sigue siendo un tema en redescubrimiento (hacia adentro) tanto como la “vida eterna” se redescubre, en su valor idealista, pero en el más allá que sólo entendemos por especulaciones no verificables o testimonios de terceros que dicen haber viajado al Paraíso, o por esos escritos que nos llegan de segunda mano (hasta que tenemos alguna experiencia (íntima y subjetiva) que nos convence de que el hoy no es sólo hoy: Dios, para mí, ha sido vida (y cada día -lejos de Él- voy muriendo).
Tras leer el poema de Gilgamesh (2000 años A.C.) (donde se nota el apasionamiento de la deidad pagana de nombre Astarté) los estudiosos han podido reconocer un paralelismo afectivo con el relato bíblico de la amistad de David y Jonathan, el hijo del rey Saúl. ¿Es la amistad un valor permanente o recurrente? ¿Lo ha sido desde siempre, desde las épocas de las cavernas al sol de hoy? ¿O es un invento reciente de las redes sociales y el cógelo de Fakebook? ¡Es un valor cultural de milenios! Y, si se halla una imitada copia, un paralelismo entre esos personajes antiguos que pueden ser copiados e importados a otras culturas, simplemente se admite el valor de la amistad, se consolidan los afectos que nacen entre hombres y mujeres (y he conocido pocas amistades inseparables).
¿Qué amistad da su vida por el bien de la otra? ¿Sólo Jesucristo? (y hay gente que da su vida, de un modo menos evidente, y sin buscar protagonismo propagandístico) ¡Sí! Hay misioneros dispersos por el mundo. Ellos y ellas dejan de vivir la comodidades y placeres de esta vida temporal, con la sola misión de que alguien deje de hacer el mal y procure el bien supremo (y estoy hablando de misioneros cristianos y no cristianos). Esa gente, en precariedad e incomodidad, ha dejado su abundancia, muchos de sus placeres, para hacer que otros lean y crean, para que otros se vistan y aprendan… Mientras ellos se desvisten de sí mismos.
Si pudiera resumir, en pocas palabras, lo que la religión busca –como filosofía de vida- es procurar “rasgar el velo de la existencia cotidiana para adquirir una conciencia más rica del Dios inefable y Supremo, hasta lograr unirse con él”. Sin embargo, todo ese esfuerzo es inútil si no puede centrarse en el individuo a redimir –en el presente- desde lo insulso de su solitario presente, bajo la interacción del YO colectivo con cada individuo que me rodee. De allí que la amistad, la verdad, la castidad, la sinceridad, etc., vuelvan a ser recicladas como parte del redescubrimiento de los valores sociales que mancillamos en la anarquía del caos de valores egoistas.
Las artes, en cada cultura y época, no son más que un reflejo de los valores en boga, los convencionalismos aceptados o afectados: Lo bueno o malo es relativo a cómo algo se perciba (en lo individual o social).
Cronológicamente, dentro de nuestra historia, Confucio fue antes que Jesucristo y, lo que éste dijo o enseñó, presenta un valor universal de equidad y armonía proporcional: “No hagas a otros lo que no quieres te hagan” (sólo que Jesús dijo, en forma activa, “Haz a otros cómo quieres que te hagan…” Lucas 6:31) ¿No es lo mismo? (la diferencia es sólo la práctica: Pasiva o activa).
Confucio, en educación, promovía en la época feudal china, lo siguiente: “En educación no hay diferencias de clases”. Wow! Eso lo pensó sólo un hombre, 500 años antes de nacer Jesucristo... ¡Tiene razón el chinito! Si me educan en niveles de mediocridad, si mis valores son bajos y no altos, lo que soy se refleja en la sociedad y en la familia en que habito. Otros valores virtuosos importantes en el confucianismo son la honradez, la decencia, la integridad y la devoción filial. Pero, la enseñanza de esos valores ¿Contradicen a los de la cristiandad? ¡Para nada! Sin embargo, en China, luego de varios intentos para eliminar las costumbres y valores enseñados por las escuelas de Confucio, el COMUNISMO chino proscribió, mediante el poder del Estado (en los años de 1960-70) todo lo que tuviere que ver con ese maestro. ¿Por qué? ¿Es menos corrupto ese sistema POLÍTICO que un sistema cultural centenario? (la democracia no siempre tiene la razón, mucho menos el control de los oficiales que ostentan el poder TEMPORAL de la burocracia).
En Japón, con cierta semejanza a lo que pasó en la India y en China, leí un par de cosas, hasta que un sujeto radical me dejó sorprendido…
Es bien interesante comprender la religión como la aspiración a un valor universal trascendente. No que haga falta la religión como tal, sino el camino, el medio, el canal, para que cada ciudadano o persona llegue a ser enseñado en ese nivel de conciencia social (y el Estado no es el mejor ayo, ni el más filantrópico conducto tutorial, para volcar el conocimiento de la mejor “religión” de lo que la cultura humana profese como valor: El Estado se subordina a los intereses del líder en posición dominante).
Si en la India hubo una evolución religiosa, estratificada en castas sociales (un invento a la subordinación de intereses de dominación humanos), en China y Japón hubo semejantes influencias y repercusiones. No obstante, la aspiración a la excelencia del valor intrínseco humano –a través de la experiencia mística- sigue siendo latente y, si escuchamos un canto budista (por ejemplo) podríamos establecer referencias con los cantos gregorianos (favor oír una ceremonia matutina “shōmyō” del budismo zen).
En Japón, tanto como en otros lugares del Oriente, se enseñaron los valores a través de las escuelas religiosas (por siglos, la transmisión del conocimiento -en muchas de sus formas- estuvo al cuidado de las manos de las escuelas religiosas). ¿No entendían ellos que el saber era una forma de poder e influencia? (Es interesante ver cómo, en Israel, por muchos años, el sacerdocio tuvo la facultad de enseñar y gobernar, hasta que el Estado se hizo laico y se definió otro orden, “dando al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”).
Valores vs Antivalores.
Si bien en China sistemáticamente abrogó el Confusionismo como sistema de valores, independientemente en Japón (de forma separada y hasta con amantes) hubo escritores japoneses que se suicidaron en un acto de rebelión y protesta social… Uno, enfermizamente enamorado de los valores tradicionales de la cultura japonesa, criticando la esterilidad espiritual contemporánea del siglo XX, protestó contra la transculturización de su país (Kimitake Hiraoka o “Yukio Mishima”, 1925-1970). Molesto y deprimido por la occidentalización de isla (tras la 2da guerra mundial) mediante algunas novelas criticó y llegó a formar una sociedad que fomentaba la cultura física y las artes marciales -el “Tatenokai” (Sociedad del Escudo)- pero terminó cortándose el vientre con el harakiri… Si la vida, en el disfrute de la excelencia podría prolongarse al más allá, ¿qué valor es transmitido por otros sistemas de creencias? ¿Es también la muerte parte de las culturas?
Han habido hombres y mujeres que han entendido que el ascetismo religioso es individualista y que, la verdadera religión, la sabiduría, debe ser puesta al SERVICIO DEL PRÓJIMO y no aislándonos de las sociedades, cualquiera sea el lugar en que ellas se encuentren ¿Qué valor aporta el antivalor? La muerte, la “revolución” y su anarquía –como valor- ¿Qué aportan verdaderamente?
La religión, cualquiera que ella sea, es un agente que moldea la psicología de masas. No sólo influye en la enseñanza del conocimiento funcional práctico y ciertos valores filantrópicamente humanos, sino que -en su acción emancipadora- impacta a cada individuo, no sólo haciéndole bien para que se conozca interiormente, sino a través de sus experiencias exteriores, sino interactuando con las vivencias místicas y cognoscitivas ajenas.
La cultura, como resultado de las experiencias humanas, es un refluir de ideas, conocimientos aplicados en lo teórico, desde lo práctico y, a nivel de aspiraciones sociales, hombres y mujeres siguen aspirando a una igualdad de derechos (pese a las perversiones tipificadas como adulterio, infidelidad, deslealtad y desamor).
Europa, Asia y América buscan su descubrimiento y redescubrimiento interior. Lo que sirve aquí, tal vez no funciona allá, pero todo es un refluir, un ensayar. La verdad, como verdad, puede ser menos práctica que la mentira y, una mentira –repetida por siglos- puede ser la verdad aceptada, sólo por convencionalismo. ¿Dónde está Dios, como principio director universal? Sólo sé que me voy en Él…
Si han cesado las instituciones “propias” para dar las instrucciones del conocimiento y el saber que debería ser ejemplar en nuestras sociedades e individuos y significativamente en cada una de nuestras vidas; si los individuos que se suponían aptos, místicamente despojados de las miserias y las pasiones naturalmente humanas no existen; si las familias no cuentan con el amor materno o paterno que transmita esos valores que las escuelas simplemente refuerzan (en función de los intereses colectivos del gobierno de turno) ¿Hacemos ese viajes solo y como individuos?
La bondad, la amistad, el respeto, la cordialidad, la honestidad, etc. son valores abstractos de las sociedades castizas. Si como individuos renunciamos a la belleza por la fealdad, el deshonor contra el deshonor… ¿Qué individuos seremos?
Cuando contemplo la sociedad en que vivo, como adulto que ha visto el cohecho, el soborno, el maltrato coactivo de quienes erigimos como autoridad, pero carentes –totalmente- de valores morales y espirituales, no hago más que volverme a los principios que valoro más que aquellos que recibo. Me causa gran descontento leer, con frecuencia, a esas personas que “protestan contra la mentira” pero son particularmente proclives a mentir (cuando el provecho de ella es sólo para ellas y ellos). ¿Es una cogedera de culo lo que buscan? ¡Proclámenlo a los 4 vientos! Pero, lo ideal, sería que no contribuyeran con la miseria humana, el póstumo descontento, pero ninguno tiene aquí la potestad de normalizar o regular la vida de nadie, excepto como cada individuo tiene LA CAPACIDAD -el deber moral- de autorregularse (y he aquí mi profundo respeto por esas mujeres y hombres que practican lo que con su boca proclaman).
No tengo que volver mi mirada a esas personas fuera de este siglo: La madre Teresa podría ser una de ellas… ¿No hay nadie más? (sé que l@s hay, pero no les he visto).
Jamás vi mejor cómo se ha degradado Venezuela. Jamás vi tanta droga y alcohol consumido en la vía pública y, obviamente, hay un vacío interior que les mueve a la dependencia química, a la dependencia político-económico, dependencia intelectual e idolátrica, rayando en lo sexual y pseudo moral. ¡No somos ni líderes en nuestras casas! La TV, la moda, la vanidad, etc., subyacentemente controlan nuestras decisiones y gustos, y no parecemos darnos cuenta que somos manejados por la ciencia de la psicología social de masas, por la meta de un desenfrenado consumismo y la indiferencia y, el que goza, es el que goza.
No voy a inmolarme por nada ni nadie. No seré tan coherente como para morir por mi causa estéril ni haré, con valor, un acto de protesta sangriento, como han hecho otros y otras. No soy un Werther romancista. No soy apegado a ningún valor “tradicional”, porque nunca lo conocí ni lo reconocería ahora (menos en una Venezuela que se jactaba de su subdesarrollo cosmopolita). ¿Qué transformará todo esto? ¿Hambre, escasez y dolor? No estamos lejos ¿Qué quedará de mi familia?
Hace siglos, muchos poetas solían decir: “Comamos y bebamos, que mañana moriremos”… ¿Es la vida tan simplista? ¿Hasta qué punto esa irresponsabilidad no será mi responsabilidad y tu responsabilidad?
Me quedo con Aquel que, sin mucho aspavientos, decía: “El que tenga ojos que vea” (y nada tuvo que ver con la corrupción de aquel gobierno, ni los nuestros).
Ciertos Valores
Jesús, en una de Sus enseñanza, decía: “¿Qué tiene más valor? ¿El tesoro del templo o Aquel QUIÉN lo santifica?” (Lucas 12:34). Hoy, parafraseando lo que dijo, podría decirse: ¿Qué vale más? ¿El hombre o lo que éste hace? Sin embargo, al aplicar lo debido a la justicia, la balanza “de la ley” se inclina a quien pueda pagar o producir más dinero o lucro (Lucas 11:42). Si se trata de un acto de justicia, el juez o el policía decide en favor de quién le pague más y, en caso de guerra, el ataque se piensa más en función de lo que ella pueda costar, más que en el bien de los pueblos oprimidos o avasallados por las injusticias del bando de ciertos grupos.
Hoy, en lugar de honrar más a Dios (cuando menos a Su valor moral “tradicional”) los valores no son nada justos ni espirituales: “Si te ayudo ¿Cuánto me pagas?” (Eso equivale a un yo acepto que me pagues con valores pasionales y viscerales. O sea, “especies” sexuales) ¿Ha muerto el amor desinteresado? ¿Es sólo un aspecto cultural idealista o hedonista? La cultura religiosa enseña más que la materialista.
A.T. Oct 24, 2012
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