Hace más de dos milenios sucedió algo muy
importante. No solamente me refiero al nacimiento de Jesucristo, sino a una
gran mortandad que pudo haber entristecido la vida de muchas familias y muchos
corazones.
Cierto día, uno que no sabemos (no un 25 de diciembre) nació el niño
Jesús (hoy debe tener algo más de 2.000 años, para ser preciso).
Según el relato bíblico, nació en
incómodas condiciones de alojamiento. No estaba en la casa de sus padres, sino
en un lugar que servía de refugio para los animales.
Eran los días en que Roma dirigía un censo
sobre la provincia de Palestina y, por obligación, María y José tuvieron que
trasladarse a una región donde habría mucha gente (Belén) y es probable que los
judíos que tenían buenos y parientes queridos, ya tuvieran bastante llenas sus
casas –algo incómodas- como para darles espacio en un cuarto de habitación, a
un tío o a primos lejanos, que pocas veces se verían en el año por razones de
tiempo y distancia (como pasa hoy, que casi no nos reunimos para pasar un buen
día juntos y felices).
Allá en la historia, en ese día peculiar e
importante, María no se alojó en cualquier ciudad de Judea. ¿Por qué no se quedó con su parienta Elisabeth, la madre de Juan el
Bautista, cuyo padre era el sacerdote Zacarías? (Lucas 1:39) (*)
María parió en Belén, bajo condiciones
poco gratas, muy humildes y, debido a esa inconveniencia del censo poblacional
romano, no fue el mejor momento para tener las comodidades del hombre, sino el
mejor momento que Dios dispuso naciera Su hijo, en el mundo que ellos hicieron.
(*) Belén
de Judá (Mateo 2:6) era un poblado
muy pequeño de esa región al sur de Israel, es decir, no tan lejos de
Jerusalén.
Hace dos milenios, en una situación de
sometimiento político y militar, nació el hijo de Dios en un pueblo humilde,
siendo visitado por pastores, por animales de labranzas, y Su lecho fue un
pesebre… ¿Pueden imaginar lo hermoso de un niño nacer? Rodeado de gente
agradecida, invitada por una docena de ángeles, en una época donde no había
teléfonos ni mensajes de texto, y el llamado sacudió el amor de sus corazones.
¡Wow! Era el hijo de Dios, metido en una cajita de madera, acolchado con pasto
y sábanas limpias, quizá con olores no muy agradables (pero naturales).
La tradición, la interpretación errónea de
tales hechos, nos hizo creer a lo que la razón ajena nos decía. La tradición
religiosa que heredamos nos decía -con dibujos y palabras- que tal suceso era
de una forma, y resultó ser de otra... Ejemplos:
¿Ha visto usted la forma en que los
pintores medievales representaban a Jesús crucificado?
Si uno mira hacia las manos de Jesucristo,
notará que en Sus palmas hay una herida representando un clavo que la ha
horadado… ¿No es así?
Si va a la iglesia católica, tras 2.000
años, Ud sigue viendo a un Jesús vencido y crucificado y, si tiene buen ojo y
buen lente, no le costará mucho verlo crucificado POR LAS PALMAS DE LAS MANOS.
Hoy, según estudios de eruditos, los
clavos no estaban en sus palmas, sino después de las muñecas, en medio de esos
2 huesitos, acercándose a las palmas… ¿No nos mintieron en sus
interpretaciones? ¿No creímos a una verdad que no es la exacta verdad?
De mi parte, nadie es culpable por esa
zona en la que la ignorancia prevalece ni los pintores del siglo 15 sabrían la
verdad, porque la medicina forense no es cosa de esos días y, al efecto,
ninguno de nosotros ha examinado las evidencias (las cuales no son visibles) y,
si alguien tiene en si manos el manto de Turín (si realmente es el cuerpo
crucificado de Jesús) esa es la gente de la iglesia del vaticano (y han
estudiado esas “pruebas”).
He dicho que, la tradición -religiosa o
no- ha sido “el conocimiento”, la verdad o la versión de lo que hemos recibido
o creído y, tanto como en el siglo 15 o en el XXI, lo que afectamos y lo
tomamos por fe, hasta que “conozcamos la
verdad que nos hace libres”.
Hace dos milenios Jesús caminó como
cualquier mortal y padeció lo que es de mortales. Su venida pudo traer alegría
a los suyos, puede traer alegría a nuestros hogares y vidas y, al mismo tiempo,
Su llegada al mundo significó el luto de muchos hogares en la zona cercana a
Belén.
La tradición, la interpretación oral de la
historia, nos narra mal la verdad que hoy queremos celebrar.
Nuestras comodidad, nuestra pereza, nos
hace creer las cosas según algunas personas la dicen como cierta o verdadera;
pero nunca llegaron los reyes “magos” el mismo día.
Recordemos que Jesús nació:
·
Bajo
el dominio imperial y militar de Roma.
·
Los
días en que se efectuaba un censo poblacional (Lucas 2:2-5)
·
Que
no había nieve en el camino ni frío (los pastores estaban a cielo abierto) (Lucas
2:8-16)
·
Que
los pastores NO COINCIDIERON con la llegada de los magos desorientados (Mateo 2:2, 3, 4-9), puesto que a su arribo ya
Jesús no estaba en un pesebre, sino en una casa (Mateo 2:11) y que tal
confusión temporal fue para que los “magos” extranjeros llegasen hasta la figura que
representaba la autoridad judicial judía de ese entonces (no llegaron a los gobernantes
romanos, sino a uno de sus representantes) y los sacerdotes del entorno fueron
movidos a revisar las Escrituras, hallándose que –de la Belén de David- también
saldría UN GUIADOR, el líder verdadero para la humanidad (Mateo 2:6)
·
Recordemos
que el SALVADOR de tales pastores (Lucas 2:11) y la razón de esos visitantes extranjeros,
no fue para adorar a María, sino al
niño que había nacido (Mateo 2:11) y hasta el mismo rey Herodes se había
ofrecido –hipócritamente- ir a adorar al niño Jesús (Mateo 2:8), una vez que
los “magos” le dijeran (no eran tan magos, pues, le preguntaron al malo de
Herodes y, de no ser por la señal de la estrella, no habrían llegado a dar con
el paradero de Jesús) ¡Había demasiada gente revuelta! (de no haberla habido,
Herodes mismo hubiera hecho el trabajo de investigarlo con otros).
·
Recordemos
que la profecía del nacimiento del “Salvador” estaba ya anunciada y entendida
por los eruditos judíos y sacerdotes contemporáneos a Jesús, pero la tradición
ORAL de aquellos días entorpecía, también, la comprensión de la verdad, tanto
como hoy (Mateo 2:4-6).
·
Entendamos
que Herodes, un representante interino del poder impuesto por Roma, comprendía
muy bien lo que significaba el nacimiento del Cristo (el Mesías), pero su
oscurecido entendimiento lo interpretaba
sólo a nivel político y no de forma espiritual (Mateo 2:13b).
Siendo así, embrutecido por la distancia
que marcaron “los magos”, sintiéndose burlado de éstos (Mateo 2:12), mandó
matar a muchos niños menores de dos años (Mateo
2:16) ¿Se ve la analogía con los días de Moisés? (En ese entonces, faraón
mandó a matar a los niños judíos, en Egipto).
“Voz
fue oída en Ramá, grande lamentación, lloro y gemido; Raquel llora a sus hijos,
y no quiso ser consolada, porque perecieron.” (Mateo 2:18)
Por simple inferencia, podemos imaginar
que Herodes estuvo esperando a “los magos” un cierto tiempo. Si es tan malo
como “sabemos”, pudo haber usado su astucia y, queriendo asegurarse que nadie
le relevara en el trono –parcial- que compartía con el regente enviado de Roma,
hizo matar a los niños que tuvieran una edad adicional a la indagada de tales
“magos” (que no eran tan sabios, sino –más bien- algo ingenuos y desorientados)
(temporalmente desorientados con un propósito divino, ¡claro!).
Herodes supo del Mesías: 1) Por el
testimonio de los “sabios” de Israel (Mateo 2:4). 2) Del testimonio de los
“magos” extranjeros (Mateo 2:1-3, 7) y 3) Por la lectura de las Escrituras
judías (Mateo 2:4-6)
Al nacer Jesús, similarmente a los días de
la esclavitud de Israel en Egipto, hubo un gran crimen que no ha sido públicamente
condenado. Hubo gozo y alegría y, tan pronto llegaron “los reyes magos” con regalos (Mateo 2:11), tan pronto pasó algún
tiempo que Herodes se supo “engañado” (Mateo 2:12) José y María huyeron hacia
Egipto para proteger la vida de ese bello niño (Mateo 2:13) ¿Ven que la
tradición religiosa ORAL nos miente? Si lo leen como les escribo, notarán que
no hubo tal coincidencia de la visita de “los reyes magos” ni de los pastores,
un mismo día (pero sí habrá una reunión de ricos y de pobres, en un solo
rebaño).
Me gustan mucho unas palabras que dijo
María: “Engrandece
mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios MI SALVADOR, porque ha
mirado la bajeza de Su sierva… Esparció a los soberbios en el pensamiento de
sus corazones. Quitó de los tronos a los poderosos y exaltó a los humildes. A
los hambrientos colmó de bienes, Y a los ricos envió vacíos…” (Lucas 1:46-48, 52-53) ¡Bello lo que ha
dicho! ¿Acaso no son profecías, también?
María jamás se reconoció más allá de ser
una sierva de Dios. Ella misma reconoció su necesidad de ser salvada de Su
Señor (como ella misma lo ha dicho en el versículo 47) ¿En qué momento es
“madre de Dios”? ¿En qué momento se hizo mediadora entre Dios, Jesús y los
hombres?
La muerte de los inocentes, también, es
por causa de la irresponsable ignorancia: “Mi pueblo perece por falta de conocimiento”.
La tradición secular, la tradición oral y
la traición de algunos “líderes espirituales” pueden estar llevando a miles de
personas a una muerte espiritual
segura ¿Por qué no leen éstos y no entienden aquellos?
Hay muchos Herodes que no quieren que los
niños crezcan.
Hay muchos líderes que no quieren que “sus”
ovejas aprendan a buscar el alimento espiritual, ellos solos y por sí mismos.
Hay quienes no desean que usted desarrolle
una relación libre y autárquica con otros rebaños humanos ¿Qué sería de la
iglesia convencional si usted ya no fuera parte de la estructura actual y esas
jerarquías?
Herodes es aquel hombre o mujer que no
desea perder su posición, su lugar de influencia, aquel celoso de sí, que no
deja ni facilita que otros crezcan ¿Eres como Herodes? ¿El Grande?
La iglesia de Roma sigue siendo un gran
Herodes. Pero no es la única que entorpece el crecimiento espiritual de
millones de niños que mueren, física y espiritualmente.
Sé que jamás venceré la obra de
Constantino y los concilios de Nicea, más allá de lo que se haya decidido en el
tercer siglo; pero debo ocuparme por tener alguna diferencia, aunque espiritual
y moralmente no tenga ninguna significancia ni razón de jactancia (soy otro
vulgar pecador, como todos).
La muerte de los inocentes, aquella que
Herodes decretó para los neonatos y bebés de Belén, sigue en pie por un cúmulo
de cosas que decreta la tradición religiosa y la traición humana. ¿Quién puede
librarme de pensamientos criminales? Si en mis pecados pienso o deseo como otro
asesino.
Yo querría señalar un grupo de cosas, pero
sólo me basta este pequeño ejercicio de letras que puede ayudar a entender que
“la navidad”, una tradición sincretista y secular de la iglesia católica, no
tiene mucho de significante estos días y, su valor religioso, su valor
espiritual, sólo se reivindica cuando hombres y mujeres –católicos o no-
cambian su vida con una nueva actitud.
Puedo hablar bien de algunos curas, de
algunos pastores evangélicos, pero no puedo hablar bien de mí cuando no obro de
acuerdo al amor ni a la forma de vida que Jesús mismo nos ha propuesto.
Puedo hablar bien de Teresa de Calcuta, de
muchas monjas, pero puedo hablar muy mal de mi actitud cuando le niego el pan a
un niño hambriento o a un corazón sediento de verdades.
No puedo proclamar una verdad con una
mentira. No puedo enseñar una verdad sin el buen ejemplo, y esto es lo que
reprocho de mí, de otros, particularmente cuando ya no tengo la presencia
amorosa de mi abuela, la condición afectiva que desearía, y un grupo de cosas
que son ajenas a mi normal estado de ánimo (me refiero a los intereses
socio-políticos prevalentes, una mala administración de la economía, y esas
cosas que se escapan de mis mortales manos).
Sea lo que fuere, los inocentes mueren
conforme nacen. Mi parte, si me debo a ella, algún día será concluida como cada
palabra es terminada.
A.Toro Petare Dec.
25, 2012