Ayer, charlando con una joven dama, decía su opinión en cuanto a muchas cosas. Decía no importarle la opinión de la gente, sus prejucios ni lo que pretendía o insistía en imponerle. Al hacer uun comentario relativo a su trabajo, no pude evitar la curiosidad por saber cómo se ganaba el pan que compra para su casa. La actitud -defensiva- cambió al unísono. Aquella retórica cambió inconscientemente, desviando su mirada y cambiando la actitud de su voz.
"¿En qué trabajas?" -insistí-. "Trabajo en casa"-replicó-. "¿En la tuya?" -inquirí-. "¡En otra! (¡Glup!). "¡Ah! -repliqué, entendiendo- "trabajas en la tuya y en otra".

Oficios del hogar. ¿Qué hay de malo en ello? Si tuviera alguien que me pague, por trabajar o escribir, lo haría en casa, también. Si tuviera alguien que me contratara para pintar, reparar cosas, plomería, electricidad, etc., lo haría con gusto ¡En mi casa, o en otra!
No tengo idea de la razón que la hizo cambiar de actitud. Uno pueded tener tanto prejuicio que echar fuera que, tardaré años enumerando mis propios prejucios "para sentirme aprobado, socialmente". Se nos educó con tanto valor a la alabanza humana, al ego, que -no siendo "Señor", ni PhD- uno tiende a minimizarse (o se siente minimizado) cuando no estamos acreditados o avalados por un diploma o institución universitaria (o cursillo de academia "reconocida"). Particularmente, me gustaría cursar estudios para ser un DD, en The U.S., o en otro país que me "acredite", para un empleo estable y que me agrade; pero, ciertamente, los padres somos parte del hogar, así como inmediatos factores del logro profesional y monetario de los nuestros. ¿No son dignas las madres de todos los diplomas que sus hijos e hijas han optenido? ¿No son ellas -y sus ellos, los padres- el motor que apoya -y apoyó- el logro profesional y monetario de sus críos?
En lo que a mí respecta, me importa poco colgar mis diplomas en una pared blanca y fría. Me da lo mismo pegarlos con cinta adhesiva, que montarlos en marcos hermosos. ¿Me hacen ellos "mejor"? ¿Significan algo a mi ego o autoestima? Los conservo para mostrarlos a mis hijos, no para exhibirlos, sino para motivarlos: Sirven para mejorar los ingresos y la clase de empleo.
Cuando uno DEBE buscar un empleo secular, saca todo lo bueno que tenga a la mano. La mejor ropa, los zapatos lustrosos y la mejor sonrisa. Uno se vende como producto -pero alquilándose-, pues, necesita el empleo: ¡Aunque no sea el oficio o profesión que uno guste o deguste! Uno quiere ganarse el pan -pero más el sueldo- a fin de compensar las deficiencias en casa. Uno busca un nombre, una posición; pero debe hacerlo por la plata con que compra las necesarias provisiones del abasto que lleva a casa. ¿Quiénes hacen el oficio que colma sus aspiraciones personales y sus gustos ocupacionales?
En la perspectiva de lo que somos, de lo que hemos aprendido a HACER (más que a ser), se nos presenta un reto. ¿Quiénes somos? ¿Qué sabemos hacer y qué queremos hacer?
Para un siervo (el que quiere servir a Dios, sirviendo a los humanos) se abre una puerta grande, de OPORTUNIDADES. Uno, ciertamente, tiene inclinaciones a buscar el prestigio antepuesto al servicio y al "servir", pero, consistentemente, NADIE DUDARÁ de lo deseable de la paga: ¿A quién no le gu$ta ganar ba$tante e$forzándose poco? Sin embargo, la "fama" y la "Paga" no van juntas, en el aspecto económico (aunque, en cuanto a reputación, parecen hermanadas: La mala fama se queda -a rastras- con el que sirve mal o no es socialmente favorecido: ¡Como el pecador!)
Una persona adulta -hablando espiritualmente- no hace distingo entre un oficio y otro. Un ser servicial, para ser útil, no ha de ser servil o rastrero. La Biblia, por su parte, está colmada de lindos ejemplos de servicio y de servilismo: Un campo muy humano y terreno. Si gustamos ver y entender lo social, lo laboral y ejemplar de cada cosa o situación, nos enriqueceremos de esta fuente. Jesús, el Hijo de Dios, debió haber sido carpintero (si asumió el oficio de José, el esposo de María). Pablo, docto en la ley, hizo de fabricante de tiendas, para ganar el pan suyo y el de sus asociados (en la época en que no quiso ser una carga a ciertas iglesias): "El obrero es digno de su sustento (salario)" (I Corintios 9:14).
Una persona madura, en el alma, habrá superado el problema del ego y la ridícula competencia que tenemos, unos contra otros. El que limpia la escuela es tan útil como el que enseña o el que aprende: La diferencia está en la paga (sueldo) o en el ego (la forma en que nos reconocemos, con la importancia del lugar que tenemos y ocupamos, "sirviendo").
(sIGUE)
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