Wednesday, February 17, 2016

Dios no tiene favoritos



            La semana pasada (Enero 26, 2016) conocí a Richard. Estábamos en una cola para comprar alimentos y, de tanto hablar de política, terminamos tocando el tema de Dios y, la verdad, cada día confirmo que Dios no tiene favoritos y, si alguno podría serlo, es sólo Aquel quien haya cumplido Su voluntad a cabalidad: Jesucristo.

Una de las historias que me gustaría transcribir -literalmente- fue aquella en la que él asistió a la iglesia de su pueblo y, tras entrar solo y apesadumbrado, notó que uno de los papeles en la cartelera de anuncios amenazaba desprenderse y, casi por instinto, tomó otro alfiler y lo fijó en la superficie de corcho, para que no se cayera.

Avanzó hacia el altar y se arrodilló en una de las bancas. Antes de cerrar sus ojos a la oración, notó que una de sus tías había entrado y se postró a cierta distancia de su sitio, haciendo un breve guiño de saludo, por el fortuito encuentro.

Al orar, Richard pidió dirección divina. Su vida pasaba por un trance económico y por un problema de parejas desagradable, a lo que rindió su voluntad buscando la del Eterno.

-¡Dios! ¡Por favor! Indícame lo que he de hacer y, además, estoy sin empleo y ya sabes que tengo hijos que me necesitan…

No habría pasado un par de minutos cuando sintió que algo golpeo su espalda y, al mirar tras de sí, no vio a nadie y, para su sorpresa propia, ni su tía -a distancia- parecía advertir la interrupción de aquella devoción.

-¡Qué? No puede ser…

Aquella hoja que fijó a la cartelera, aquel papel que parecía desprenderse al avance de su paso, había llegado sobre su espalda, como si un ángel la hubiera lanzado por respuesta a su oración.

-¡Increíble! Haré esta oración en particular…

Al salir del sitio, compartió la noticia con su tía y ella le indicó lo que debía hacer.

-¡Mijo! Haga lo que allí dice y, al sacar las 10 copias, vuelva a pegar las hojas en esa cartelera.
-¡Tía! Es que no me explico cómo una hoja pudo volar tan lejos sola y, fíjese que aquí el viento no sopla desde hace días.
-¿Ud no entiende? Eso ha sido un milagro… Usted y yo éramos los únicos en la iglesia y yo no se la tiré.
-¡Lo sé! ¡Lo sé!

Antes de que terminaran su charla, una llamada telefónica llegó al celular de Richard.

-¡Buenos días! ¡A su orden!…
-¿Usted está ocupado trabajando con alguien, Richard?

La llamada era para ofrecerle un empleo. No amerito narrar los detalles que él gratamente ha compartido conmigo.

La tía, por su parte, estaba inmiscuida en una campaña pro-fondos y, al parecer, eran para financiar el movimiento carismático de esa parroquia provinciana.

-¡Hmm! Me quedan sólo tres números de esta rifa… Voy a anotar a tal y tal y -también- a Richard. Al día siguiente, al revisar los resultados, su tía supo que la Biblia que rifaban los carismáticos, tenía dueño.

-¿Dónde está Richard? Preguntó la tía al visitar los parientes de Richard. Dígale que le traigo una noticia.
-¡Bendición, tía! Saludó aquel, al sentirse visitado y ansioso. ¿Qué la trajo por aquí?
-Ayer, después que nos vimos, hice algo de lo que usted nada sabría… Al notar que sólo me quedaban tres números para un sorteo, decidí incluirlo a usted y, pagando yo misma el monto de los terminales que me quedaban, hoy me han informado que el número que le escogí, resultó el ganador.
-¿Ganador de qué, tía?
-¡De esta Biblia que le traje, mijo!

            Hubo un revuelo en aquellacasa. Al saberse la noticia, Richard tuvo qué referirles el asunto del papel que cayó en su espalda mientras oraba, la llamada de un trabajo que le otorgaron y, por si alguien dudase de la verdad de esos milagros, esa Biblia confirmaba que -los milagros- pueden presentarse juntos un mismo día.

Una cosa es transcribir todo lo que Richard y yo conversamos en ese encuentro, y otra es leer y digerir esta porción de un gran milagro: Dios no tiene favoritos.

A.T.

No comments: