Tuesday, November 17, 2009

Darlo todo… ¿o todo en partes? (Marcos 12:41- 43).

En aquellos días del último templo que se hubo construido en Jerusalén a lo largo de 46 años, cuando gobernaba Herodes El Grande, había una guardia para el sacerdocio. Tipológicamente pensamos que serían soldados romanos, pero –la verdad- no podrían serlo, puesto que, según la cultura de la religión judía, éstos “contaminarían el templo”, así que debían ser judíos. El Sanedrín y el entorno de la compañía, por ley de protocolo, debía tener sus escoltas, lo mismo que guardaespaldas y, en su defecto, influencias ($) que le permitieren congraciarse con el conquistador de Roma, al efecto de salvaguardar la seguridad personal de la élite que gobernaba la cultura religiosa de millones de israelitas, los días de Jesús.

Esos guardianes del templo, como cualquier otro en esos días, cuidaban del normal desenvolvimiento humano y de los servicios “públicos”. Un ejemplo claro es aquel donde -al acontecer cierto suceso anómalo- “cerraban las puertas” o apresaban a los que estuviesen “fuera de orden” y los metían en celdas dentro del mismo recinto sagrado (Hechos 4:1-4).

Ese día espacial para aquella viuda, hubo guardias custodiando las alcancías de las ofrendas. Del mismo modo, habría una guardia muy especial que cuidaba el grueso de los tesoros del templo, puesto que Roma cobraba impuestos del sacerdocio y de aquellos que visitaren el lugar… Es cierto que tendrían alguna clase de cerrojo para evitar triquiñuelas, pero –no sólo con ello- se empleaban hombres como guardianes custodios.

Resulta un tanto ingenuo el Señor Jesús resaltando ese simple acto. Es obvio que no pudo estar a menos de 5 mts del lugar donde ponían las monedas y, especular acerca del volumen verdadero de las personas, es tan inexacto como calcular la cantidad que podría guardar tales alcancías; por este motivo –obvio- Jesucristo pudo resaltar el hecho inescrupulosamente desprendido de una viuda, que no retuvo nada para sí y, en su humildad, hasta debía guardarse de ser mirada por ojos ajenos, no sea que le tuviesen en menos, por haber dado tan poco (comparado a la ostentosa exhibición que podrían manifestar otros que descargaban sus bolsas de cuero en puñados de oro, plata y otras monedas).

La guardia de “las alcancías” no era la misma que custodiaba todo el tesoro verdadero del templo. El sacerdocio tenía su apropiada jerarquía espiritual y su jerarquía económica (de allí que los fariseos tuvieran preeminencia “espiritual” versus los saduceos).

Hay que recordar, por otra parte, que dentro del área del templo, no se dejaban circular otras monedas que no fueran “las del templo” y éstas eran las mismas que volcó Jesucristo, el día de su enojo, cuando decidió “purificar” el templo, puesto que –al cambiarse las monedas de curso “legal” en el imperio romano- los cambistas cobraban un porcentaje adicional (como en las casas de cambio) sobre el valor verdadero de las monedas del templo.


Así, entre los cambistas y el sacerdocio, existía un negocio, una relación comercial no instituida en las leyes del Antiguo Testamento; sino una creada en la tradición de los hombres. ¿No era raro que Jesucristo enviase a Pedro por una moneda dentro de un pez para pagar los impuestos del templo? (Mateo 17:24-27) ¡No! Pero “los hijos del rey estamos exentos del pago de ciertos impuestos” ¿Quiénes eran los entes recaudadores? ¿Eran agentes contratados por Roma o representantes del templo? Me inclino a pensar que eran siervos de Roma, pues, de ser agentes del templo, debían operar en el templo mismo… ¿Cómo pagarían las empobrecidas viudas? ¿Las dracmas griegas eran monedas del templo o de libre circulación -como el denario- en Roma? (Estatero = 4 dracmas).

Lo que prefigura el oficio en el templo, el sacrificio perenne y el ministerio sacerdotal fueron eliminados. Jesús, como sacrificio ministerial y sacerdote supremo, terminó, cumplió y obolió los requisitos que la antigua ley demandaba de los hombres (en cuanto a sacrificar animales inocentes por el pecado humano). Al morir, el Padre Celestial rasgó el velamen del Lugar Santísimo y puso al descubierto que no fue obra de hombre (Mateo 27:51) y, para corroborarlo con hechos históricos, llegó al punto de permitir la física destrucción del templo –por los romanos- en el año 70 de la era cristiana. De ese modo, ya no hay sacrificios de animales -¡los interrumpió Él!- cuando Jesús dio Su vida por todo aquel humano que se confiesa pecador ante el Supremo y se arrepiente públicamente y cambia su forma de vida.

Es cierto que la viuda pobre se quedó sin dinero para su cena, pero Jesús tuvo muy mala digestión la noche que lo capturaron para sacrificarlo como un cordero de pascua. Es cierto que uno se desprende de cosas y del dinero cuando tiene en demasía, pero esa mujer pobre -y muchas personas- entregan demasiado cuando ciertos seres inescrupulosos explotan el ejemplo de un acto desprendido ¿Existe tal templo hoy? ¿Cuántos son los gastos reales de cada congregación? ¿Deben mantener los creyentes a los pastores?

Para y por DIOS hay que darlo todo. Parto de ese principio: Todo lo que tengo y soy lo debo a los medios y circunstancias en las que DIOS me ha permitido estar. No obstante, ese todo no es para una congregación, denominación o “ministros” de DIOS, sino para las personas que DIOS me pone en el camino, en quienes reconozco las necesidades humanas que Jesucristo satisface. No puedo hablar de amor, si no hago actos de amor. No puedo desear el bien, si no hago –a otros- el bien que deseo y otros obran en mí: El tesoro de muchos está demasiado enriquecido como para descuidar las necesidades de extraños que padecen hambre, que desean completar un pasaje o comprar alguna ropa.

Hoy, tanto como hace 2000 años, puedo ver los excesos humanos. Puedo ver a tantos presumir con la holgura que otros no conocemos y la indiferencia apática que padecemos. Noto el favoritismo razonable de quienes ofrendan más dinero a los pastores que los pastorean ante quienes producen menos o se confiesan menesterosos y desean “ayudas” de la iglesia. ¿Es responsabilidad de la congregación apoyar ciertas familias o es un asunto del deber individual?


Veo a Jesús resaltar el comentario por encima de las personas que daban en abundancia ¿Proveyó las necesidades alimenticias de esa mujer el Seños Jesús? Causa sorpresa ver gente dando miles de monedas para ciertas obras, especialmente cuando uno conoce lo reducido de nuestros presupuestos personales ¿Debo “sacrificar” mi sueldo para la obra benéfica, la obra misionera de la iglesia… o es un asunto personal, en lo cual debo enrolarme?

Hace más de una década oí de “la teoría de la prosperidad”. Hace más de 10 años traduje uno de los libros de un africano llamado “Benson Hinojosa” (o algo parecido). Hoy, recurrentemente, hay un apuntalamiento de la doctrina de los apóstoles, y todos desean serlo, en virtud de aquello de ser administradores del dinero ajeno, tal como aquellos a cuyos pies ponían el dinero de lo vendido (Hechos 4:34-35). ¿No es la mismo que la teoría de la prosperidad de Raúl Ávila? ¡Sabe alguien qué es el G-12?

Deseo poder ver a uno de los que se hacen llamar “apóstoles” diciendo: “No tengo ni oro ni plata, pero lo que tengo te doy? (Hechos 3:6-7). Sin embargo, paréceme oir cada día lo contrario y, en vez de consolidar el reino de Jesucristo intentamos consolidar el culto al personalismo, a la exaltación del ego insaciable que no se agota de comprar lo que se venda y nos enaltezca la ambición.

Darlo todo no es fácil (ni deseable). Desprenderse de lo que atesoramos cuesta tanto que desarrollamos una clase de dolencia por cada desprendimiento y, al hacerlo, creamos una nueva escala de valores que va más allá de lo monetario: La escala del valor emocional.

No estoy muy seguro del hecho de que tal viuda haya dado esa cantidad “insignificante”, aunque “lo poco” puede significar mucho –todo- cuando se da de pleno corazón y con la mejor de las intenciones: Me pasó así este sábado. No tuve dinero para hacer una ofenda en un servicio y, aunque nada debo a quien lo hace –y no es una pastora o mi “templo”- al pasar pocos días, hice mi ofrenda por la persona que busca gente para llevarla a presenciar esos servicios evangelísticos, pues, ella pone de su tiempo con especial dedicación y oración, a fin de que las personas escuchen el evangelio ¡Eso es lo que para mí vale! (que la sustente Dios).

Darlo todo es un acto voluntario. La coacción no tiene lugar y es un acto unilateral y personal. Me indigna cuando ciertas personas usan Las Escrituras para “impulsar” la iniciativa. Son astutos para leer Malaquías 3:10-11 y manipular una cosa que ha dejado de ser, e caso de que uno no entienda que “el templo” –ahora- es cada ser humano. ¿Tiene Dios necesidad de pedirnos algo? ¿No se basta a sí mismo el Creador de los cielos y de la tierra? ¡Ridículo cada texto que lo expone como un ser dependiente!


Yo, Ud. y todos podemos ser canales de bendición para otros (con mayor necesidad que la nuestra), sea en lo material y en lo espiritual. Como decía Santiago: “¿De qué sirve decir: “Dios los bendiga”? si uno sabe la necesidad de vestido o comida que tienen otros y ¡no damos nada!” (Santiago 2:15-17).

Mi necesidad es espiritual. La material Dios la va cubriendo… pero ¡qué bueno sería contar con la oración de alguno! que me ayudara a vender mi casa y salir rápidamente de este país.

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