1. Creo en Dios todopoderoso. Dios Supremo, único y Uno. (Marcos 12:29-30 y Zacarías 14:9) Aunque admito que “dios” no es un nombre propio, sino un apelativo a la condición de lo divino, lo extra terreno.
2. Creo en el Mesías, el siervo Salvador, hijo de Dios unigénito (Juan 3:16), por tanto, también divino y extra terreno (Juan 1:1).
3. Creo en el poder del Espíritu Santo, mas no en la doctrina de la trinidad que habla de 3 personas como una. Creo en la promesa de Su venida (Lucas 24:49), en Su poder (Marcos 16:17-18) y en Su bautismo por la obra redentora de Dios (Juan 1:33b, Hechos 10:45-47).
4. Creo en el bautismo como un acto de fe obediente, más que en un acto de salvación. Lo veo como un acto de formalidad, doctrinalidad (Hechos 10:47), pero no como en un requisito ineludible para la salvación; a menos que el creyente no crea y no desee asumir un compromiso formal ante Dios y la nube de testigos que le ven. Creo en el bautismo en el nombre de Jesucristo (Hechos 10:48), pero no creo deba hacerse en el nombre de “La Trinidad”, excepto como un acto de re consagración a Dios (cuyo nombre real debería ser invocado), en obediencia a Cristo, para que nos bautice con Su Espíritu Santo (quien es Dios, en forma espiritual).
5. Creo en el proceso de santificación y en la santidad, en ese caminar apartados para Dios; tanto alejándose del pecado, como retirándose de lo que nos hace pecar.
6. Creo en La Escritura, en su inspiración, mas no en la perfecta inerrancia de los que la tradujeron, ni en la fiel exactitud. Admito fallas puntuales, mas no estructurales, en la variedad de traducciones e interpolaciones que llegaron desde los extintos escritos originales. Creo en el Pentateuco, su autoridad, su revelación, pero admito añadiduras de carácter personal, religioso y cultural. Creo que Dios ha de actualizar Su mensaje, ya no a través de la Biblia, sino de forma personal, a cada persona, por revelación, tal cual lo hizo con personajes de la antigüedad y lo hace con gente de esta generación. La esencia de creer al evangelio es suficiente y, de hecho, Dios previó que hubiese el testimonio de 4 escritores relatando los hechos y dichos de Jesucristo. ¿Por qué no obró así con las cartas paulinas, el relato de los libros de Hechos de los Apóstoles? La razón es simple: Lo medular está en las enseñanzas de Su hijo, el resto es personal, revelación individual, que ha de hallar el basamento del Mesías y lo que enseñó a Sus discípulos, de acuerdo con lo estructural del Antiguo Testamento. Más de aquí es obrar y creer en fe. Repito, quizá esté equivocado: Creo en la inspiración esencial de los manuscritos originales de la Biblia; no obstante, el concepto de inerrancia lo tengo comprometido -por defecto- ante la diversidad de las traducciones en existencia, al presente (2.000 años luego de la manifestación presencial de Jesús). Resiento la interpolación de ideas agregadas, luego de escritos los manuscritos originales. Creo en los 10 mandamientos esenciales. Creo en la salvación -que nada tiene que ver con la iglesia ni su doctrina- y NO creo en la necesidad de más lídedres que el Mesías.
7. Creo en la gratuidad y la salvación “por fe”; pero ésta lleva un fruto, cuyo valor y sabor conoce Dios mejor que nadie. La obra de fe salva, pero “no para ganarla”, sino por defecto, como consecuencia y razón. Ejemplo, el bautismo es una de esas obras de la fe, pero ello no garantiza salvación ni certifica permanencia en ese camino. Permanecer fiel, leal, hasta la muerte, es una posibilidad de esa aprobación divina que las obras desean. Conviene, al caso, citar las palabras de Jesús: “No todo aquel que lo llame Señor irá al reino de los cielos, sino AQUEL QUE HACE LA VOLUNTAD de su Padre.” Si uno cree al mensaje del evangelio, por consecuencia, procederá de acuerdo a la voluntad del que lo ha llamado.
8. Creo en la comunión interdenominacional de los santos. Creo que, allí “donde haya 2 ó 3 reunidos en Su nombre” allí estará Su espíritu, Su aprobación (Mateo 18:20). No creo en lo católico ni en el catolicismo. No creo a lo pentecostal (la religión la proscribo de mí): Jesucristo vino a reunirnos en un solo rebaño, aunque desde el principio hubo divergentes y, en Su tiempo, los primeros discípulos reprendieron a los que obraban milagros en Su nombre, pero él les replicó diciéndoles que “no le prohíban hacerlo, pues, ninguno que haga una obra en mi nombre, puede luego hablar mal de mí”. En otras palabras, Jesucristo acepta las diferencias de expresión, siempre que ellas no le contradigan, no le nieguen, ni intenten desvirtuar Sus enseñanzas. Obviamente, Su juicio prevalece sobre los que le niegan y adversan.
9. Creo en el ministerio de la salvación de Dios (Su servicio a través de ángeles y siervos terrenales). Su obra la ejecuta con Su Espíritu Santo para la edificación de cada cristiano. No creo que Efesios 4:11 sea la última palabra para determinar qué es o deben ser los ministerios, puesto que Dios ha dispuesto otras formas de servicio, tales como visitar a los presos, los enfermos, vestir y alimentar a los necesitados, etc. En todo caso, afianzado en palabras de Jesús, presento en contraste Efe 4:11 versus I Corintios 12:28, donde Pablo (el mismo autor de ambas epístolas) manifiesta otra modalidad de la “manifestación de la Gracia, sin que ello implique grados de jerarquías, posiciones ministeriales, para que el amor sea primordial y primero (I Corintios 12:31, 13:1-3, 13).
10. Creo en la hermandad sin rangos ni castas, como una vía posible dentro de la cristiandad. No deseo ser rabí ni maestro, ni disfrutar de popularidad alguna. Creo en mi responsabilidad para asumir -personalmente- esos roles -sólo con mi persona- tal como cada individuo debe hacerlo para sí mismos. No llamaré “Padre” a nadie que no lo sea. No llamaré “Maestro” a nadie que no sea Jesucristo. no aceptaré a “líderes”, pues cambié mi visión interpretativa y acepté un liderazgo distinto, al convertirme a Jesucristo... Deseo ascender al nivel de responsabilidad de los primeros hermanos de la fe (Mateo 23:8). Tal como lo dijo mi Maestro: “UNO es el líder y UNO es el Maestro” (Mateo 23:10). No deseo faltar el respeto a quienes no decidan abandonar la idolatría personalista o egolátrica de la estructura impuesta por Roma, desde el Vaticano, pues yo mismo, por efecto de la cultura que heredamos, incurrí en ese error muchos años de mi vida religiosa (a la que ahora renuncio y reniego).
11. Creo en la posibilidad comprensible y realizable de que Dios es accesible, universal, para todo individuo que le busque. No creo en un monopolio teológico denominacional ni en la unicidad de doctrinas. Me remito a la prueba histórica de las corrientes denominacionales judías que el mismo Señor Jesús confrontó: Saduceos, Fariseos, Herodianos, Escenos, etc.
12. Creo en la necesidad de una intervención divina para comprender lo que desee revelarnos (Mateo 23:34). No se puede entender, de un todo, a Dios con nuestra humanidad, con la limitación de conceptos dibujados con palabras ni con la cortedad del deseo del alma o del entendimiento. Algunos -como los primeros discípulos o los que les siguieron- tuvieron manifestaciones divinas que comprendieron... ¿Quién soy yo para entender más o decir que le necesito menos? Todos estamos a un mismo nivel de esta necesidad espiritual y experimental. Creo en Dios, en Su Hijo Jesucristo, para suplir en estas deficiencias humanas, de fe o racional incredulidad.